Horace McCoy, Luis Chitarroni
Acaso no matan a los caballos
Notanpüan

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874641199

Como escribe Luís Chitarroní en este prólogo, la obra maestra de Horace McCoy, They Shoot Horses, Don’t They? (1935), constituye “uno de los raros pilares de la serie negra”. De acuerdo con un raro designio, la novela de McCoy es heroica y personal en el sentido homérico: gente que se inscribe hasta morir en maratones de baile para olvidar la miseria que habitan y los rodea. Cuando Horace McCoy escribe la novela, se venía de una sucesión estricta de malos tiempos en que vivir. Un conglomerado de años incluso, con su apariencia de nube compacta, no logra borrar del todo cierto ímpetu, aunque solo fuera cromático. Algo, sin embargo, dio a entender que el fulgor de lo efímero podía crear la ilusión de que veríamos aún el esplendor de la fiesta cuando esta se hubiera extinguido por completo. Escritores que descubrimos tarde supieron encontrar la ignición a los encuentros casi fortuitos, los desvanes, las fiestas animadas por un secreto alcohol, a espaldas de la ley seca: fueron los años Mauve, los años malva. El color como una floración, un despertar, intimo primero, después contagioso, natural. El tratamiento narrativo que le da Horace McCoy es admirable por a concisión y la economía. Con una estructura o, mejor dicho, una especie de andamiaje edilício a mano alzada, resuelve todo. Los personajes son perfiles, se precipitan a la catástrofe, son sombras chinescas. Los lectores los necesitamos así porque también la lectura es un certamen de velocidades. El estilo de McCoy es de intensidades parejas. Corre y corre, se disemina y hasta se escurre sin debilitarse ni difuntinarse jamás. Obliga a mirarlo de frente, pero sigue defendiéndose bien aun cuando lo vemos avanzar de soslayo. La traducción acerca muchísimo el texto de McCoy sin cambiar las condiciones del pacto de lectura. El traductor, resolvió todo con gracia proverbial, acercándose con tanto cuidado al filo del original que lo que se puede pedir y lo que se agradece es exactamente lo mismo. El libro de Horace McCoy en castellano rioplatense, por así llamarlo, vibra en nuestras manos con la misma intensidad que el original. Luís Chitarroní

Acaso no matan a los caballos

$9.500,00
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Horace McCoy, Luis Chitarroni
Acaso no matan a los caballos
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Como escribe Luís Chitarroní en este prólogo, la obra maestra de Horace McCoy, They Shoot Horses, Don’t They? (1935), constituye “uno de los raros pilares de la serie negra”. De acuerdo con un raro designio, la novela de McCoy es heroica y personal en el sentido homérico: gente que se inscribe hasta morir en maratones de baile para olvidar la miseria que habitan y los rodea. Cuando Horace McCoy escribe la novela, se venía de una sucesión estricta de malos tiempos en que vivir. Un conglomerado de años incluso, con su apariencia de nube compacta, no logra borrar del todo cierto ímpetu, aunque solo fuera cromático. Algo, sin embargo, dio a entender que el fulgor de lo efímero podía crear la ilusión de que veríamos aún el esplendor de la fiesta cuando esta se hubiera extinguido por completo. Escritores que descubrimos tarde supieron encontrar la ignición a los encuentros casi fortuitos, los desvanes, las fiestas animadas por un secreto alcohol, a espaldas de la ley seca: fueron los años Mauve, los años malva. El color como una floración, un despertar, intimo primero, después contagioso, natural. El tratamiento narrativo que le da Horace McCoy es admirable por a concisión y la economía. Con una estructura o, mejor dicho, una especie de andamiaje edilício a mano alzada, resuelve todo. Los personajes son perfiles, se precipitan a la catástrofe, son sombras chinescas. Los lectores los necesitamos así porque también la lectura es un certamen de velocidades. El estilo de McCoy es de intensidades parejas. Corre y corre, se disemina y hasta se escurre sin debilitarse ni difuntinarse jamás. Obliga a mirarlo de frente, pero sigue defendiéndose bien aun cuando lo vemos avanzar de soslayo. La traducción acerca muchísimo el texto de McCoy sin cambiar las condiciones del pacto de lectura. El traductor, resolvió todo con gracia proverbial, acercándose con tanto cuidado al filo del original que lo que se puede pedir y lo que se agradece es exactamente lo mismo. El libro de Horace McCoy en castellano rioplatense, por así llamarlo, vibra en nuestras manos con la misma intensidad que el original. Luís Chitarroní