Liliana Velandia Calderón
Arthropoda
Buenosaires poetry

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874197191

Cuando el telo´n se abre aparece un tacho de metal a la intemperie; un cilindro oxidado hasta la mitad lleno de agua, el reflejo de los a´rboles y los pa´jaros azules. Del lado de adentro, tensada desde los bordes, la estructura que la aran~a tejio´ tras el freno de las lluvias. Una tela de metal invisible y fe´rrea: las larvas de los mosquitos se enceguecen con el cielo y empiezan el ascenso pero sus alas no logran atravesarla. Entonces la arthropoda crece como un rela´mpago, se clava sobre la vi´ctima, la ovilla y vuelve a su agujero en la herida del metal, hay un ciclo de vida bajo el control de sus patas brillantes. De vez en cuando aparece en escena, succiona uno de los nudos y repara la tela para que resista hasta las pro´ximas lluvias. Di´as despue´s un grupo de nin~os y nin~as se encuentra con el cementerio flotante y, fascinado, se vuelve una pandilla cazadora que ofrendara´ nuevas presas: alguaciles, hormigas, cascarudos que hacen ceder la superficie. La aran~a es implacable y cuando los hilos tiemblan aparece para formar un nuevo capullo. La aran~a y su galaxia alrededor. El sol rodeado de planetas muertos. Los humanos trabajando para ella. Una versio´n posible de Dios. Un grillo, mientras tanto, canta invisible su poema bajo la noche. “Y despue´s de tanto ¿que´ importa un nombre?”. Abro al azar el Poema sucio de Ferreira Gullar; entro a sus pa´ginas por los bordes, como se entra al agua turbia de las obras imprescindibles. Y alli´ la memoria y su canto borroneado, la bu´squeda sila´bica de identidad, escribir es exiliarse del yo, caer hasta desmembrarnos la lengua: el Altazor brasilen~o. Dicen que acontecio´ en una noche porten~a reventada de los an~os setenta: Ferreira, poeta errante, canta y en el medio del auditorio i´ntimo una casetera graba. Vidas despue´s, aunque la versio´n escrita se pierde, Poema sucio vuelve gracias a ese registro, vuelve como un monumento de habla viva, con las marcas de una voz que debe ser transitada de un solo golpe de vista, hasta la asfixia y el ensuen~o, hasta el hundimiento del cuerpo. Leer los poemas de Liliana es recordarla. Ella vestida de blanco, derramada en una terraza de la ex ESMA su voz colgada del verano, desenreda sus poemas como si alli´ dentro hurgara en busca de su falta, todo eso que alimenta. Invoca bajo la potencia de esos a´rboles, testigos del dolor de los que ya no esta´n, los pies arrastrados a la fuerza, la cadena que se levanta para que el Falcon entre al infierno, la tragedia latinoamericana como mito de origen au´n para quienes no nacieron. Desde el ma´s alla´ un coro que repite “sue´n~ame Verlaine”. El poema como duracio´n, territorio de los suen~os de los otros, “la boca padremadre que germinamos”. Los espectadores al borde del incendio en su lenguaje original. Liliana se deshace hasta la parti´cula ma´s i´nfima y desde alli´ vuelve a reconstruirse. Se anuda en una tradicio´n de largo aliento y suelta su eje´rcito de insectos para que regresen con sus versiones del mundo, sus tropas. Es en cada una de esas respiraciones, las hunde en el cauce de un ri´o que se mueve como la garganta roja de un nin~o que tartamudea frente a su reflejo en el metal. El agua que oculta el fondo. *** ¿Quie´n habla en Arthropoda? Llegar al “yo” como paradoja, como estado actual de las cosas, punto de llegada efi´mero de una obra que recie´n comienza; que el acto de decir edifique una morada terrible, un peligro de derrumbe. La escritura, entonces, como un campo de guerra donde todas nuestras voces se vuelven a´rboles imaginarios, ovillos muertos en la tela. El poema, emisio´n total de la voz, u´nica y poderosa que inunda, hasta que el cuerpo se pierda, hasta que no haya imagen y el ritmo se choque contra el delirio. Fundar la patria con nuestros recortes de historia. Hacer de la memoria un ha´bitat y una pe´rdida que pongan al mundo en movimiento, avasallante, entre el hambre, la poli´tica, la violencia de la palabra hogar. De nuevo, quie´n habla en Arthropoda sino ese Dios mi´nimo, de pie en el escenario del universo. Un Dios mujer insecto expatriada que clama por su lugar, por su nada exclusiva, poe´tica. Cegado de vencerse a si´ misma tras salir del fondo de su cueva. Golpes en el metal para que la funcio´n comience. (PRO´LOGO, Tres aproximaciones sobre una voz) Damia´n Lamanna Guin~azu´, Buenos Aires, mayo de 2018

Arthropoda

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Cuando el telo´n se abre aparece un tacho de metal a la intemperie; un cilindro oxidado hasta la mitad lleno de agua, el reflejo de los a´rboles y los pa´jaros azules. Del lado de adentro, tensada desde los bordes, la estructura que la aran~a tejio´ tras el freno de las lluvias. Una tela de metal invisible y fe´rrea: las larvas de los mosquitos se enceguecen con el cielo y empiezan el ascenso pero sus alas no logran atravesarla. Entonces la arthropoda crece como un rela´mpago, se clava sobre la vi´ctima, la ovilla y vuelve a su agujero en la herida del metal, hay un ciclo de vida bajo el control de sus patas brillantes. De vez en cuando aparece en escena, succiona uno de los nudos y repara la tela para que resista hasta las pro´ximas lluvias. Di´as despue´s un grupo de nin~os y nin~as se encuentra con el cementerio flotante y, fascinado, se vuelve una pandilla cazadora que ofrendara´ nuevas presas: alguaciles, hormigas, cascarudos que hacen ceder la superficie. La aran~a es implacable y cuando los hilos tiemblan aparece para formar un nuevo capullo. La aran~a y su galaxia alrededor. El sol rodeado de planetas muertos. Los humanos trabajando para ella. Una versio´n posible de Dios. Un grillo, mientras tanto, canta invisible su poema bajo la noche. “Y despue´s de tanto ¿que´ importa un nombre?”. Abro al azar el Poema sucio de Ferreira Gullar; entro a sus pa´ginas por los bordes, como se entra al agua turbia de las obras imprescindibles. Y alli´ la memoria y su canto borroneado, la bu´squeda sila´bica de identidad, escribir es exiliarse del yo, caer hasta desmembrarnos la lengua: el Altazor brasilen~o. Dicen que acontecio´ en una noche porten~a reventada de los an~os setenta: Ferreira, poeta errante, canta y en el medio del auditorio i´ntimo una casetera graba. Vidas despue´s, aunque la versio´n escrita se pierde, Poema sucio vuelve gracias a ese registro, vuelve como un monumento de habla viva, con las marcas de una voz que debe ser transitada de un solo golpe de vista, hasta la asfixia y el ensuen~o, hasta el hundimiento del cuerpo. Leer los poemas de Liliana es recordarla. Ella vestida de blanco, derramada en una terraza de la ex ESMA su voz colgada del verano, desenreda sus poemas como si alli´ dentro hurgara en busca de su falta, todo eso que alimenta. Invoca bajo la potencia de esos a´rboles, testigos del dolor de los que ya no esta´n, los pies arrastrados a la fuerza, la cadena que se levanta para que el Falcon entre al infierno, la tragedia latinoamericana como mito de origen au´n para quienes no nacieron. Desde el ma´s alla´ un coro que repite “sue´n~ame Verlaine”. El poema como duracio´n, territorio de los suen~os de los otros, “la boca padremadre que germinamos”. Los espectadores al borde del incendio en su lenguaje original. Liliana se deshace hasta la parti´cula ma´s i´nfima y desde alli´ vuelve a reconstruirse. Se anuda en una tradicio´n de largo aliento y suelta su eje´rcito de insectos para que regresen con sus versiones del mundo, sus tropas. Es en cada una de esas respiraciones, las hunde en el cauce de un ri´o que se mueve como la garganta roja de un nin~o que tartamudea frente a su reflejo en el metal. El agua que oculta el fondo. *** ¿Quie´n habla en Arthropoda? Llegar al “yo” como paradoja, como estado actual de las cosas, punto de llegada efi´mero de una obra que recie´n comienza; que el acto de decir edifique una morada terrible, un peligro de derrumbe. La escritura, entonces, como un campo de guerra donde todas nuestras voces se vuelven a´rboles imaginarios, ovillos muertos en la tela. El poema, emisio´n total de la voz, u´nica y poderosa que inunda, hasta que el cuerpo se pierda, hasta que no haya imagen y el ritmo se choque contra el delirio. Fundar la patria con nuestros recortes de historia. Hacer de la memoria un ha´bitat y una pe´rdida que pongan al mundo en movimiento, avasallante, entre el hambre, la poli´tica, la violencia de la palabra hogar. De nuevo, quie´n habla en Arthropoda sino ese Dios mi´nimo, de pie en el escenario del universo. Un Dios mujer insecto expatriada que clama por su lugar, por su nada exclusiva, poe´tica. Cegado de vencerse a si´ misma tras salir del fondo de su cueva. Golpes en el metal para que la funcio´n comience. (PRO´LOGO, Tres aproximaciones sobre una voz) Damia´n Lamanna Guin~azu´, Buenos Aires, mayo de 2018