Faruk Sehic
Bajo presión
La huerta grande

Páginas: 216
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9788418657054

En esta novela, Faruk ehi sigue explorando, como poeta y soldado, su guerra, la de los Balcanes. Bajo presión está escrita durante una sucesión interminable de minutos aislados, los minutos del tiempo de la guerra que se dilatan a la vez que se congelan o pasan fugaces. En ellos, los espacios todos incluso el sexo cálido de una novia o el hogar, se degradan, se calcinan, se enlodan, se adulteran envueltos en los vapores etílicos de la rakija o la cerveza, en el humo de los cigarrillos malos, en los efectos de los analgésicos y los relajantes auto administrados, engullidos como píldoras mágicas, sin fines terapéuticos. Y en medio de semejante tormento, otro anillo más asfixiante del infierno, la desesperación del que espera de alguna forma la redención, aferrándose a unos Levi´s, a una cazadora, a cualquier objeto personal que le recuerde que, debajo de tanto barro y de tanta sangre seca existe un yo. Y por encima de la propia identidad, con miedo incluso a pronunciar su nombre, el vago anhelo de la esperanza que tiene el color nítido de las aguas del río Una. La esperanza siempre ha sido verde azulada. Puede que el minuto presente, el instante preciso, también lo sea.

Bajo presión

$29.990,00
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La huerta grande

Páginas: 216
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En esta novela, Faruk ehi sigue explorando, como poeta y soldado, su guerra, la de los Balcanes. Bajo presión está escrita durante una sucesión interminable de minutos aislados, los minutos del tiempo de la guerra que se dilatan a la vez que se congelan o pasan fugaces. En ellos, los espacios todos incluso el sexo cálido de una novia o el hogar, se degradan, se calcinan, se enlodan, se adulteran envueltos en los vapores etílicos de la rakija o la cerveza, en el humo de los cigarrillos malos, en los efectos de los analgésicos y los relajantes auto administrados, engullidos como píldoras mágicas, sin fines terapéuticos. Y en medio de semejante tormento, otro anillo más asfixiante del infierno, la desesperación del que espera de alguna forma la redención, aferrándose a unos Levi´s, a una cazadora, a cualquier objeto personal que le recuerde que, debajo de tanto barro y de tanta sangre seca existe un yo. Y por encima de la propia identidad, con miedo incluso a pronunciar su nombre, el vago anhelo de la esperanza que tiene el color nítido de las aguas del río Una. La esperanza siempre ha sido verde azulada. Puede que el minuto presente, el instante preciso, también lo sea.