Mariano Rolando Andrade
Canciones de los Mares del Sur
Buenosaires poetry

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874197139

Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973). Escritor, poeta, traductor y periodista. Publico´ la novela Los viajes de Rimbaud (Editorial Vinciguerra, 1996), fue seleccionado en la antologi´a de poesi´a Buenos Aires no duerme (1998) y gano´ el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (RFI) a mejor cuento en lengua francesa (2001). En 2004 participo´ en el libro 20 an~os sin Corta´zar publicado por la Revista Caleta en colaboracio´n con la Universidad de Ca´diz, Espan~a. Es miembro del comite´ editorial de Buenos Aires Poetry y fue uno de los invitados del XII Festival Internacional de Poesi´a de Buenos Aires FIP 2017. Trabajo´ en diversos medios en Argentina y se ha desempen~ado como corresponsal y editor de la Agence France-Presse (AFP) en Pari´s, Bruselas y Nueva York. Obtuvo becas de la Fondation Journalistes en Europe (JE) con sede en Pari´s, la Scuola Superiore Sant’Anna de Pisa (Italia) y el European Journalism Centre (EJC) de Bruselas. _ El llamado de los Mares del Sur – Prólogo de LUISA FUTORANSKY Así de simple: Por los Mares del Sur de Mariano Rolando Andrade transita el mar abierto y el olor a salitre de los puertos. Admitimos sin esfuerzo que la memoria tiene corredores, pasillos mal iluminados, tuberías, muros tapiados, con o sin respiraderos, laberintos que conducen a ninguna parte. El poeta reconoce, porque para eso sin descanso lo buscó que, como dijo Cesare Pavese, “está entre los afortunados que han visto la aurora en las islas más hermosas del mundo”. De eso tratan estos poemas, y de revelar también sus conos de sombra, sus oquedades, sus plantas venenosas y combates entre escorpiones a cuál más mortal. Fascinado por Stevenson, London, Rimbaud, Conrad o Melville, sin olvidar en el cuaderno de bitácora a nuestro gran poeta y tripulante Enrique Molina, obsesionado por seguir sus huellas y abrevar en un formidable entramado de iluminaciones y paradojas, los poemas de estas Canciones de los Mares del Sur abrazan esplendor y zozobra, firmamento, horizonte y desencanto. ¿Qué diferencia a Mariano Rolando Andrade de sus señeros fantasmas que navegaron hace apenas un siglo en paquebote, goleta, carguero o bien antiguo barco a vapor? Las apuradas alas de los pájaros low cost, seguro. Los muertos siguen ahí, los personajes que ellos crearon también, las costumbres de los pobladores y los mitos, aunque un poco deteriorados por el turismo y el mal gobierno, siguen en pie. Reconocer y aceptar hasta sus últimas consecuencias la energía del corazón. Seguir su huella. El movimiento, el viaje, es inherente a todo lo vivo. Comprender el viaje es revelar/se al menos una capa, quizá la más densa de la realidad; permite también conocer el carácter del viajero, adherir y separarse de sus compañeros de ruta y por último, recorrer el sendero que va del hombre a su deseo más profundo y oculto de trascender. Es la mejor escuela de modestia porque el viaje confronta al viajero con sus propios límites y le evidencia la hojarasca absoluta de todos los prejuicios. Los arañazos recuerdan al alma dónde estuvo y dónde no se animó a llegar. Describir estos paisajes permite a Mariano, entre los pliegues, introducir el desmadre personal. Quizá por eso se prohíbe detenerse demasiado en un lugar. El imprevisto es frágil y siempre está a punto de desmayo; rutina, necedad y aburrimiento le son fatales. No hay sirenas que valgan. Ulises y Mariano tal vez comprendieron que ni el exceso de estos mares que superan lo más porfiado de la imaginación ni las carencias o renuncias extremas de los ascetas sacian. En las Canciones de los Mares del Sur se revive en poesía la inquietud profunda, la tormentosa cadencia que tuve la suerte de conocer en la primera versión de la novela inédita de Mariano, titulada justamente El cartógrafo. ¿Encontró el escritor la isla del tesoro dentro de sí o la dejó en Samoa, para que otros de su temple la sigan buscando y transmitiendo a sus pares? ¿O aprendió a sus expensas lo que ciertas grutas vocean en eco a los peregrinos?: ¡Tu sitio partió cuando llegaste! Hablamos con Mariano y repetidas veces sobre nuestros respectivos devocionarios, los autores incluidos en nuestras antologías personales, los autores que te hacen levar anclas e insuflan de buenos vientos tus velas y ponen a salvo tu capital intransferible de ironía. Obvio que su rosa de los vientos apunta a los puertos aún soñados porque auguran “los versos por venir”. Uno de los objetivos, me dijo, del poemario fue llegar a Nuku Hiva, “donde Melville desertó del ballenero, vivió con los caníbales del valle de Taipi y creó un nuevo Eldorado espiritual, mental y literario” (de ahí el cierre del libro con “El vientre de los Mares del Sur”). Su viaje desmesurado es acaso también nuestro viaje y parte de nuestra sed. Ahora que las islas pasaron a integrar el inquietante reino de la memoria y la imaginación: ¿se operará la perdición del mito? Los poemas que seguro continuarán la ruta de Mariano Rolando Andrade nos lo dilucidarán. Colofón: “Acaso llegue el día, quizá muy pronto, en que me perderé en las espesuras de alguna isla de Oceanía para vivir el éxtasis, la calma y el arte… lejos de esta lucha europea por el dinero… libre, al fin…, podré amar, cantar y morir”. Paul Gauguin, 1890, a pocos meses de embarcarse rumbo a Tahití.

Canciones de los Mares del Sur

$2.500,00
Canciones de los Mares del Sur $2.500,00
Compra protegida
Tus datos cuidados durante toda la compra.
Cambios y devoluciones
Si no te gusta, podés cambiarlo por otro o devolverlo.

Mariano Rolando Andrade
Canciones de los Mares del Sur
Buenosaires poetry

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874197139

Mariano Rolando Andrade (Buenos Aires, 1973). Escritor, poeta, traductor y periodista. Publico´ la novela Los viajes de Rimbaud (Editorial Vinciguerra, 1996), fue seleccionado en la antologi´a de poesi´a Buenos Aires no duerme (1998) y gano´ el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (RFI) a mejor cuento en lengua francesa (2001). En 2004 participo´ en el libro 20 an~os sin Corta´zar publicado por la Revista Caleta en colaboracio´n con la Universidad de Ca´diz, Espan~a. Es miembro del comite´ editorial de Buenos Aires Poetry y fue uno de los invitados del XII Festival Internacional de Poesi´a de Buenos Aires FIP 2017. Trabajo´ en diversos medios en Argentina y se ha desempen~ado como corresponsal y editor de la Agence France-Presse (AFP) en Pari´s, Bruselas y Nueva York. Obtuvo becas de la Fondation Journalistes en Europe (JE) con sede en Pari´s, la Scuola Superiore Sant’Anna de Pisa (Italia) y el European Journalism Centre (EJC) de Bruselas. _ El llamado de los Mares del Sur – Prólogo de LUISA FUTORANSKY Así de simple: Por los Mares del Sur de Mariano Rolando Andrade transita el mar abierto y el olor a salitre de los puertos. Admitimos sin esfuerzo que la memoria tiene corredores, pasillos mal iluminados, tuberías, muros tapiados, con o sin respiraderos, laberintos que conducen a ninguna parte. El poeta reconoce, porque para eso sin descanso lo buscó que, como dijo Cesare Pavese, “está entre los afortunados que han visto la aurora en las islas más hermosas del mundo”. De eso tratan estos poemas, y de revelar también sus conos de sombra, sus oquedades, sus plantas venenosas y combates entre escorpiones a cuál más mortal. Fascinado por Stevenson, London, Rimbaud, Conrad o Melville, sin olvidar en el cuaderno de bitácora a nuestro gran poeta y tripulante Enrique Molina, obsesionado por seguir sus huellas y abrevar en un formidable entramado de iluminaciones y paradojas, los poemas de estas Canciones de los Mares del Sur abrazan esplendor y zozobra, firmamento, horizonte y desencanto. ¿Qué diferencia a Mariano Rolando Andrade de sus señeros fantasmas que navegaron hace apenas un siglo en paquebote, goleta, carguero o bien antiguo barco a vapor? Las apuradas alas de los pájaros low cost, seguro. Los muertos siguen ahí, los personajes que ellos crearon también, las costumbres de los pobladores y los mitos, aunque un poco deteriorados por el turismo y el mal gobierno, siguen en pie. Reconocer y aceptar hasta sus últimas consecuencias la energía del corazón. Seguir su huella. El movimiento, el viaje, es inherente a todo lo vivo. Comprender el viaje es revelar/se al menos una capa, quizá la más densa de la realidad; permite también conocer el carácter del viajero, adherir y separarse de sus compañeros de ruta y por último, recorrer el sendero que va del hombre a su deseo más profundo y oculto de trascender. Es la mejor escuela de modestia porque el viaje confronta al viajero con sus propios límites y le evidencia la hojarasca absoluta de todos los prejuicios. Los arañazos recuerdan al alma dónde estuvo y dónde no se animó a llegar. Describir estos paisajes permite a Mariano, entre los pliegues, introducir el desmadre personal. Quizá por eso se prohíbe detenerse demasiado en un lugar. El imprevisto es frágil y siempre está a punto de desmayo; rutina, necedad y aburrimiento le son fatales. No hay sirenas que valgan. Ulises y Mariano tal vez comprendieron que ni el exceso de estos mares que superan lo más porfiado de la imaginación ni las carencias o renuncias extremas de los ascetas sacian. En las Canciones de los Mares del Sur se revive en poesía la inquietud profunda, la tormentosa cadencia que tuve la suerte de conocer en la primera versión de la novela inédita de Mariano, titulada justamente El cartógrafo. ¿Encontró el escritor la isla del tesoro dentro de sí o la dejó en Samoa, para que otros de su temple la sigan buscando y transmitiendo a sus pares? ¿O aprendió a sus expensas lo que ciertas grutas vocean en eco a los peregrinos?: ¡Tu sitio partió cuando llegaste! Hablamos con Mariano y repetidas veces sobre nuestros respectivos devocionarios, los autores incluidos en nuestras antologías personales, los autores que te hacen levar anclas e insuflan de buenos vientos tus velas y ponen a salvo tu capital intransferible de ironía. Obvio que su rosa de los vientos apunta a los puertos aún soñados porque auguran “los versos por venir”. Uno de los objetivos, me dijo, del poemario fue llegar a Nuku Hiva, “donde Melville desertó del ballenero, vivió con los caníbales del valle de Taipi y creó un nuevo Eldorado espiritual, mental y literario” (de ahí el cierre del libro con “El vientre de los Mares del Sur”). Su viaje desmesurado es acaso también nuestro viaje y parte de nuestra sed. Ahora que las islas pasaron a integrar el inquietante reino de la memoria y la imaginación: ¿se operará la perdición del mito? Los poemas que seguro continuarán la ruta de Mariano Rolando Andrade nos lo dilucidarán. Colofón: “Acaso llegue el día, quizá muy pronto, en que me perderé en las espesuras de alguna isla de Oceanía para vivir el éxtasis, la calma y el arte… lejos de esta lucha europea por el dinero… libre, al fin…, podré amar, cantar y morir”. Paul Gauguin, 1890, a pocos meses de embarcarse rumbo a Tahití.