Severo Sarduy, Roberto Echebarren
Diario indio
Zindo & Gafuri

Páginas: 76
Formato: 21 x 14 cm.
Peso: 0.12 kgs.
ISBN: 9789873760037

La exótica India en la Argentina, por Fredy Yezzed Es una verdadera hazaña editorial y un lujo sin precedentes para el lector argentino, tener por fin entre sus manos el desconocido libro El diario indio del escritor cubano Severo Sarduy (Cuba, 1937-Fancia, 1993). Sabemos gracias al acompañamiento del rico prólogo del poeta uruguayo Roberto Echavarren, que Sarduy escribió el libro cuando viajó por primera vez a la India en 1971 por consejo de Octavio Paz. El diario indio está construido por 48 fragmentos –de difícil categorización genérica–, pues son fotografías que describen lugares, ritos, comidas, rostros, decorados, y me atrevería a decir que descubre de esta forma –con su manto de exotismo– el color y la belleza de la India. Imaginemos por un instante la idiosincrasia cubana maravillada desnudando el alma de la India, algo tan complejo, lleno de espesor lingüístico y de referencias del orden de lo sensorial y espiritual, que es fácil conjeturar que será otra India, como otro el cubano que retorna. Orientalismo, dicen los especialistas, que se llaman los estudios sobre Oriente, y en esa etiqueta usualmente ubican El diario indio. A mi juicio, por el contenido de imaginación que involucra hasta la más sosa y seca descripción lo prefiero en el orden de lo bello, es decir de la poesía. El sello de la escritura de Sarduy es inconfundible, ya desde su segunda novela De dónde son los cantantes (1967) se arma de aquello que los críticos y él mismo denominó –neobarroco– un lenguaje difícil, lleno de plasticidad, entregado a los sentidos, cargado de voluptuosidad, desbordante de referencias, atiborrado de detalles, poseído por un ritmo particular, como si una escondida fuerza erótica lo robara constantemente, así es también en el fondo El diario indio, a pesar de su reservada y difícil sencillez. Para los lectores curiosos, El diario indio, sin embargo, tiene su gemelo en Colombia, en El sueño de las escalinatas (1964) de Jorge Zalamea (Bogotá, 1905-1969), uno de los libros inscriptos dentro del género del poema en prosa y que goza de ser de los más reeditados de la poesía colombiana. Son asombrosas las correspondencias donde supura el color de la sangre, el gesto de crueldad del sacrificio y un aura de ruina y misticismo. Los dos libros con su estilo respectivo dibujan la India, pero es una la que es entregada al lector. Finalmente, Severo Sarduy repetirá en varias entrevistas que lo que menos le importa es la historia –lo que se cuenta– porque en su literatura, lo importante es la materia, el color, el perfume. Eso es cierto y se aplica en El diario indio, pues como él deseaba “el Oriente termina invadiéndolo” porque “pinta con las palabras”. Fredy Yezzed Nació en Camagüey (Cuba) en 1937, y murió en París en 1993. Fue un narrador, poeta, periodista, crítico de literatura y arte, considerado uno de los representantes más brillantes del neobarroco latinoamericano. En 1958, con el triunfo de la Revolución colaboró en Diario libre y Lunes de revolución; en 196o viajó a París para realizar estudios de Historia del arte. Nunca más regresó a Cuba. Estuvo vinculado al círculo de pensadores y escritores que hicieron la revista Tel Quel y trabajó como lector en Editions du Seuil, y como redactor en la Radiotelevision francesa. Entre sus novelas, se destacan: Cobra (1972, Premio Médicis), Colibrí (1984), Cocuyo (1990), Pájaros de la playa (1993, póstuma); entre sus libros de poemas: Mood Indigo (1970); Big Bang (1974); Daiquiri (1980); Un testigo fugaz y disfrazado (1985); Un testigo perenne y dilatado (1993). Entre sus ensayos, Barroco (1974), La simulación (1982), Nueva inestibilidad (1987).

Diario indio

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La exótica India en la Argentina, por Fredy Yezzed Es una verdadera hazaña editorial y un lujo sin precedentes para el lector argentino, tener por fin entre sus manos el desconocido libro El diario indio del escritor cubano Severo Sarduy (Cuba, 1937-Fancia, 1993). Sabemos gracias al acompañamiento del rico prólogo del poeta uruguayo Roberto Echavarren, que Sarduy escribió el libro cuando viajó por primera vez a la India en 1971 por consejo de Octavio Paz. El diario indio está construido por 48 fragmentos –de difícil categorización genérica–, pues son fotografías que describen lugares, ritos, comidas, rostros, decorados, y me atrevería a decir que descubre de esta forma –con su manto de exotismo– el color y la belleza de la India. Imaginemos por un instante la idiosincrasia cubana maravillada desnudando el alma de la India, algo tan complejo, lleno de espesor lingüístico y de referencias del orden de lo sensorial y espiritual, que es fácil conjeturar que será otra India, como otro el cubano que retorna. Orientalismo, dicen los especialistas, que se llaman los estudios sobre Oriente, y en esa etiqueta usualmente ubican El diario indio. A mi juicio, por el contenido de imaginación que involucra hasta la más sosa y seca descripción lo prefiero en el orden de lo bello, es decir de la poesía. El sello de la escritura de Sarduy es inconfundible, ya desde su segunda novela De dónde son los cantantes (1967) se arma de aquello que los críticos y él mismo denominó –neobarroco– un lenguaje difícil, lleno de plasticidad, entregado a los sentidos, cargado de voluptuosidad, desbordante de referencias, atiborrado de detalles, poseído por un ritmo particular, como si una escondida fuerza erótica lo robara constantemente, así es también en el fondo El diario indio, a pesar de su reservada y difícil sencillez. Para los lectores curiosos, El diario indio, sin embargo, tiene su gemelo en Colombia, en El sueño de las escalinatas (1964) de Jorge Zalamea (Bogotá, 1905-1969), uno de los libros inscriptos dentro del género del poema en prosa y que goza de ser de los más reeditados de la poesía colombiana. Son asombrosas las correspondencias donde supura el color de la sangre, el gesto de crueldad del sacrificio y un aura de ruina y misticismo. Los dos libros con su estilo respectivo dibujan la India, pero es una la que es entregada al lector. Finalmente, Severo Sarduy repetirá en varias entrevistas que lo que menos le importa es la historia –lo que se cuenta– porque en su literatura, lo importante es la materia, el color, el perfume. Eso es cierto y se aplica en El diario indio, pues como él deseaba “el Oriente termina invadiéndolo” porque “pinta con las palabras”. Fredy Yezzed Nació en Camagüey (Cuba) en 1937, y murió en París en 1993. Fue un narrador, poeta, periodista, crítico de literatura y arte, considerado uno de los representantes más brillantes del neobarroco latinoamericano. En 1958, con el triunfo de la Revolución colaboró en Diario libre y Lunes de revolución; en 196o viajó a París para realizar estudios de Historia del arte. Nunca más regresó a Cuba. Estuvo vinculado al círculo de pensadores y escritores que hicieron la revista Tel Quel y trabajó como lector en Editions du Seuil, y como redactor en la Radiotelevision francesa. Entre sus novelas, se destacan: Cobra (1972, Premio Médicis), Colibrí (1984), Cocuyo (1990), Pájaros de la playa (1993, póstuma); entre sus libros de poemas: Mood Indigo (1970); Big Bang (1974); Daiquiri (1980); Un testigo fugaz y disfrazado (1985); Un testigo perenne y dilatado (1993). Entre sus ensayos, Barroco (1974), La simulación (1982), Nueva inestibilidad (1987).