Elizabeth Bravo
Encendiendo el debate sobre Biocombustibles
Le Monde diplomatique

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 978987-614-029-4

En el mundo hay unos 800 millones de automóviles. Juntos consumen más del 50 % de la energía producida en el planeta, lo que hace del automóvil individual el primer causante del efecto invernadero o cambio climático. Existen pocas posibilidades de que la gente decida abandonar su transporte propio; por el contrario, el número de autos aumenta cada año en todo el mundo. En este contexto, en los últimos años se promocionan los biocombustibles como una alternativa válida al uso de combustibles fósiles, con el fin de enfrentar los problemas generados por el calentamiento global. Los países europeos, en su afán por cumplir con sus obligaciones dentro del Protocolo de Kyoto, están empeñados en cambiar sus sistemas energéticos a base de combustibles fósiles, por biocombustibles; pero su producción no les da abasto y han visto en los biocombustibles una posibilidad de seguir manteniendo su estilo de vida, sin incrementar sus emisiones de gases invernaderos. Sin embargo, en Europa no existen tierras suficientes para la producción de la cantidad de biocombustibles que se necesita, por lo que se han planteado la importación de los mismos. Esto implica que tierras de vocación agrícola y que, al momento, son usadas para la producción de alimentos, o ecosistemas naturales, van a ser utilizadas para la producción de cultivos para la producción de combustibles. De acuerdo a un informe de la organización Worldwatch, para llenar el tanque de un automóvil se necesita una cantidad de granos suficientes para alimentar a una persona por un año. Aunque se puedan obtener biocombustibles a partir de algunos productos nativos para resolver los problemas energéticos a nivel local, el problema es la escala. Para suplir las necesidades energéticas globales e impactar de manera efectiva en reducir el calentamiento global, se necesitarían millones de hectáreas de tierras agrícolas y la incorporación de otras tantas a costa de ecosistemas naturales, lo que repercutiría en la soberanía alimentaria de los pueblos, en las pequeñas agriculturas familiares y en la biodiversidad.

ENCENDIENDO EL DEBATE SOBRE BIOCOMBUSTIBLES

$5.120,00
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En el mundo hay unos 800 millones de automóviles. Juntos consumen más del 50 % de la energía producida en el planeta, lo que hace del automóvil individual el primer causante del efecto invernadero o cambio climático. Existen pocas posibilidades de que la gente decida abandonar su transporte propio; por el contrario, el número de autos aumenta cada año en todo el mundo. En este contexto, en los últimos años se promocionan los biocombustibles como una alternativa válida al uso de combustibles fósiles, con el fin de enfrentar los problemas generados por el calentamiento global. Los países europeos, en su afán por cumplir con sus obligaciones dentro del Protocolo de Kyoto, están empeñados en cambiar sus sistemas energéticos a base de combustibles fósiles, por biocombustibles; pero su producción no les da abasto y han visto en los biocombustibles una posibilidad de seguir manteniendo su estilo de vida, sin incrementar sus emisiones de gases invernaderos. Sin embargo, en Europa no existen tierras suficientes para la producción de la cantidad de biocombustibles que se necesita, por lo que se han planteado la importación de los mismos. Esto implica que tierras de vocación agrícola y que, al momento, son usadas para la producción de alimentos, o ecosistemas naturales, van a ser utilizadas para la producción de cultivos para la producción de combustibles. De acuerdo a un informe de la organización Worldwatch, para llenar el tanque de un automóvil se necesita una cantidad de granos suficientes para alimentar a una persona por un año. Aunque se puedan obtener biocombustibles a partir de algunos productos nativos para resolver los problemas energéticos a nivel local, el problema es la escala. Para suplir las necesidades energéticas globales e impactar de manera efectiva en reducir el calentamiento global, se necesitarían millones de hectáreas de tierras agrícolas y la incorporación de otras tantas a costa de ecosistemas naturales, lo que repercutiría en la soberanía alimentaria de los pueblos, en las pequeñas agriculturas familiares y en la biodiversidad.