Charles Bukowski, Eduardo Iriarte
Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta
Visor Libros

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9788475225869

Charles Bukowski nació en Andercach, Alemania, en 1920, y murió en Los Ángeles, donde siempre vivió, en 1994. Los poemas de este volumen constituyen una colección articulada por el propio autor para ser publicada después de su muerte, y, si bien sería muy aventurado decir que todos pertenecen a sus últimos años, sin duda prevalece en ellos la mirada del poeta poco antes del final. Al margen de las circunstancias de deterioro físico, los poemas seguían surgiendo con fuerza porque eran para el autor una necesidad y llegó un momento en que este no entendía la vida sin la palabra escrita; no había vida sin la palabra escrita. No hay razones lógicas para encasillara Bukowski como poeta callejero y alcohólico. En este libro se descubre como un escritor apasionado por la música clásica, como un romántico confeso que salda sus deudas de gratitud con quienes le ayudaron en tiempos difíciles y como admirador de Céline, Dostoievski o Vallejo, de los que se considera heredero directo.

Escrutaba la locura en busca de la palabra, el verso, la ruta

$32.670,00
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Charles Bukowski nació en Andercach, Alemania, en 1920, y murió en Los Ángeles, donde siempre vivió, en 1994. Los poemas de este volumen constituyen una colección articulada por el propio autor para ser publicada después de su muerte, y, si bien sería muy aventurado decir que todos pertenecen a sus últimos años, sin duda prevalece en ellos la mirada del poeta poco antes del final. Al margen de las circunstancias de deterioro físico, los poemas seguían surgiendo con fuerza porque eran para el autor una necesidad y llegó un momento en que este no entendía la vida sin la palabra escrita; no había vida sin la palabra escrita. No hay razones lógicas para encasillara Bukowski como poeta callejero y alcohólico. En este libro se descubre como un escritor apasionado por la música clásica, como un romántico confeso que salda sus deudas de gratitud con quienes le ayudaron en tiempos difíciles y como admirador de Céline, Dostoievski o Vallejo, de los que se considera heredero directo.