Hugo Savino
FURGON DE COLA
ARENA

Páginas: 154
Formato: 149x220
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9788415757177

En lo que escribo yo trato de que se oigan las voces, cada una y todas gritando en el patio del conventillo, no me preocupo por el género, por la ruptura —otro de los grandes mitos de la vanguardia, el famoso «punto de ruptura»: qué tedio— ni por la llegada al lector. Todo eso está en mi lista de rechazos. Cuando escribo no estoy en el tema, no me interesa el tema, ceñirlo, la eficacia y todas esas boludeces, estoy afuera del cuadro. O si querés sólo me interesa la voz. Tampoco me embarco en la patraña del estilo. Hugo Savino Furgón de cola —libro cuya primera intención es interrogar otros autores y otros libros— tiene todas las trazas de ser un libro de crítica literaria (donde, sin embargo, no faltan pintores, dibujantes, escultores). Pero, a poco que se penetre en él, se hace evidente un lenguaje distinto al habitual de la crítica, un lenguaje de aforismo, sin discurso, compuesto de un tableteo de frases como una sucesión de disparos que a veces no disimulan su intención de herir e incluso de matar. Crítico que ha elegido, HUGO SAVINO dice que hay muchos e inesperados modos de escribir al dictado, visibles sobre todo en aquellos autores que están sinceramente convencidos de su originalidad. Su Furgón de cola le dice machaconamente al escritor que, incluso cuando cultiva el estilo (o porque, precisamente, cultiva el estilo), cuando se sabe original, es las más de las veces sólo un copista, que, tanto como sabe —o cree saber— lo que hace cuando escribe, no hace otra cosa que copiar, imitar, inscribirse en una corriente o en una escuela en la que gustosamente se identifica. Y si no lo sabe, ahí está el crítico conformista, del que HUGO SAVINO huye como de la peste, para decírselo. Justo ahí, en ese momento, por el dominio de su arte (por saber), aquel escritor satisfecho de sí mismo dejó de escribir. ¿Por qué, si es unánimemente reconocido por la crítica y fervorosamente seguido por sus lectores? Porque, responde HUGO SAVINO, «ha perdido la voz» y con ella la posibilidad de poner en comunicación los sistemas nerviosos cuya concurrencia esa voz reclama. Porque, definitivamente, no se escribe de alma a alma. Se escribe con la voz, que no se dirige al alma sino al cuerpo, a su sistema nervioso que reacciona y se revuelve con ella. O, dicho de otro modo, es una voz quien escribe. Y el escritor o bien la incorpora, o bien la pierde. ¿A alguien le podrá sorprender que HUGO SAVINO quiera dejar oír esa misma voz en el propio lenguaje de su Furgón de cola?

FURGON DE COLA

$33.152,00
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En lo que escribo yo trato de que se oigan las voces, cada una y todas gritando en el patio del conventillo, no me preocupo por el género, por la ruptura —otro de los grandes mitos de la vanguardia, el famoso «punto de ruptura»: qué tedio— ni por la llegada al lector. Todo eso está en mi lista de rechazos. Cuando escribo no estoy en el tema, no me interesa el tema, ceñirlo, la eficacia y todas esas boludeces, estoy afuera del cuadro. O si querés sólo me interesa la voz. Tampoco me embarco en la patraña del estilo. Hugo Savino Furgón de cola —libro cuya primera intención es interrogar otros autores y otros libros— tiene todas las trazas de ser un libro de crítica literaria (donde, sin embargo, no faltan pintores, dibujantes, escultores). Pero, a poco que se penetre en él, se hace evidente un lenguaje distinto al habitual de la crítica, un lenguaje de aforismo, sin discurso, compuesto de un tableteo de frases como una sucesión de disparos que a veces no disimulan su intención de herir e incluso de matar. Crítico que ha elegido, HUGO SAVINO dice que hay muchos e inesperados modos de escribir al dictado, visibles sobre todo en aquellos autores que están sinceramente convencidos de su originalidad. Su Furgón de cola le dice machaconamente al escritor que, incluso cuando cultiva el estilo (o porque, precisamente, cultiva el estilo), cuando se sabe original, es las más de las veces sólo un copista, que, tanto como sabe —o cree saber— lo que hace cuando escribe, no hace otra cosa que copiar, imitar, inscribirse en una corriente o en una escuela en la que gustosamente se identifica. Y si no lo sabe, ahí está el crítico conformista, del que HUGO SAVINO huye como de la peste, para decírselo. Justo ahí, en ese momento, por el dominio de su arte (por saber), aquel escritor satisfecho de sí mismo dejó de escribir. ¿Por qué, si es unánimemente reconocido por la crítica y fervorosamente seguido por sus lectores? Porque, responde HUGO SAVINO, «ha perdido la voz» y con ella la posibilidad de poner en comunicación los sistemas nerviosos cuya concurrencia esa voz reclama. Porque, definitivamente, no se escribe de alma a alma. Se escribe con la voz, que no se dirige al alma sino al cuerpo, a su sistema nervioso que reacciona y se revuelve con ella. O, dicho de otro modo, es una voz quien escribe. Y el escritor o bien la incorpora, o bien la pierde. ¿A alguien le podrá sorprender que HUGO SAVINO quiera dejar oír esa misma voz en el propio lenguaje de su Furgón de cola?