Amanda Nuñez
Gilles Deleuze
ARENA

Páginas: 234
Formato: 149x220 mm
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9788415757443

Deleuze nos recuerda que hay una filosofía cuya imagen no se basa en el ideal de sabiduría de aquellos amigos del saber que pueden y deben decir a los demás, mediante sus teorizaciones, lo que han de ser y hacer, porque ellos, según su inclinación natural, han visto eso que es la naturaleza de cada cosa (su est), transmitido mediante un saber que se resolvería en la forma de una Ontología u «ontología mayor». Hay otra filosofía, una filosofía que operaría por sustracción, restándole a la ontología lo ontológico, minorando el est —que ahora se ve reducido a un simple et—, una ontología de menos, una «ontología menor». Filosofía y ontología menores, minoritarias, conducidas por el amor de un amante celoso frente a los signos ambiguos del amado. Se trataría entonces de una relación antes amorosa-celosa-detectivesca que ordenadamente amistosa, una relación en la que el amante-filósofo no contempla, sino que hace y crea en su exploración —sin plan ni plano previos—; violentado por la violencia de lo que hay, haciendo tartamudear el lenguaje en el exiguo espacio desde el cual puede clamar a una colectividad y fabular un pueblo y unas imágenes y materias por venir.

Gilles Deleuze

$42.624,00
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Deleuze nos recuerda que hay una filosofía cuya imagen no se basa en el ideal de sabiduría de aquellos amigos del saber que pueden y deben decir a los demás, mediante sus teorizaciones, lo que han de ser y hacer, porque ellos, según su inclinación natural, han visto eso que es la naturaleza de cada cosa (su est), transmitido mediante un saber que se resolvería en la forma de una Ontología u «ontología mayor». Hay otra filosofía, una filosofía que operaría por sustracción, restándole a la ontología lo ontológico, minorando el est —que ahora se ve reducido a un simple et—, una ontología de menos, una «ontología menor». Filosofía y ontología menores, minoritarias, conducidas por el amor de un amante celoso frente a los signos ambiguos del amado. Se trataría entonces de una relación antes amorosa-celosa-detectivesca que ordenadamente amistosa, una relación en la que el amante-filósofo no contempla, sino que hace y crea en su exploración —sin plan ni plano previos—; violentado por la violencia de lo que hay, haciendo tartamudear el lenguaje en el exiguo espacio desde el cual puede clamar a una colectividad y fabular un pueblo y unas imágenes y materias por venir.