Alejandra Zina
Hay gente que no sabe lo que hace
Paisanita editora

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874562647

Zina teje historias que van hasta el fondo de la miseria y es en esa densidad, muchas veces, que se detectan los detalles más importantes a la hora de contar sobre algo. Hay gente que no sabe lo que hace es su último trabajo y está compuesto por siete relatos que se leen con suma expectativa. Es constante querer saber que pasa, es el primer deseo mientras el latente conflicto se va apoderando magistralmente de los párrafos compuestos por esta autora. Los personajes que van apareciendo relato a relato se pueden leer como característicos de realidades subyugadas a la propia cotidianeidad. “Se pasaba el rato así, con el pucho prendido y la radio cerca, una portátil con estuche de cuero, grande como su mano. Le gustaba pegársela a la oreja. Todos los domingos escuchaba los partidos, especialmente si jugaba River. Decía que Francescoli era su novio”, dice Zina en su cuento La princesa enamorada para dar con esa escena en la que uno se imagina al familiar curtido por los años y la desesperanza, donde la juventud fue un divino tesoro. Quien aparece descripta en el citado párrafo es la tía Lili: una mujer que pasó de la belleza de princesa al estadio más abrumador, ocasionado por la medicación ingerida tras su cuadro de esquizofrenia y la cantidad de cigarrillos que fumaba. La meticulosidad de ciertos detalles en esta autora hace que nada quede afuera. También demuestra la importancia de no adjetivar enseguida para que el camino del sentido no quede cerrado y la información de sus personajes se pueda conocer más a fondo. El doble sentido sobrevuela, cargando los cartuchos de nuestras mentes más perversas y en el medio de un subrayado mental las historias conviven con algunas líneas del cuentista John Cheever y se posan en tramas como las que puede desplegar Raymond Carver en su gran libro Catedral. Ciertas escenas, como por ejemplo la que sucede en el cuento Negros famosos, en donde el personaje Nancy descubre el whisky que le han obsequiado a su marido, es la propia descripción de cómo se posa ese trago y como lo recibe el cuerpo. Tranquilamente puede ser una anotación de los diarios de Cheever: “El alcohol le entró de lleno, primero en estado gaseoso, después como una lámina acaramelada y ardiente”. Son imágenes que de forma espontánea se guardan para empezar a contarle a algún conocido ese afán por los libros que saben tocar la fibra de la adicción. Oración tras oración la vara se pone cada vez más alta y se vive el placer del texto.

Hay gente que no sabe lo que hace

$750,00
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Zina teje historias que van hasta el fondo de la miseria y es en esa densidad, muchas veces, que se detectan los detalles más importantes a la hora de contar sobre algo. Hay gente que no sabe lo que hace es su último trabajo y está compuesto por siete relatos que se leen con suma expectativa. Es constante querer saber que pasa, es el primer deseo mientras el latente conflicto se va apoderando magistralmente de los párrafos compuestos por esta autora. Los personajes que van apareciendo relato a relato se pueden leer como característicos de realidades subyugadas a la propia cotidianeidad. “Se pasaba el rato así, con el pucho prendido y la radio cerca, una portátil con estuche de cuero, grande como su mano. Le gustaba pegársela a la oreja. Todos los domingos escuchaba los partidos, especialmente si jugaba River. Decía que Francescoli era su novio”, dice Zina en su cuento La princesa enamorada para dar con esa escena en la que uno se imagina al familiar curtido por los años y la desesperanza, donde la juventud fue un divino tesoro. Quien aparece descripta en el citado párrafo es la tía Lili: una mujer que pasó de la belleza de princesa al estadio más abrumador, ocasionado por la medicación ingerida tras su cuadro de esquizofrenia y la cantidad de cigarrillos que fumaba. La meticulosidad de ciertos detalles en esta autora hace que nada quede afuera. También demuestra la importancia de no adjetivar enseguida para que el camino del sentido no quede cerrado y la información de sus personajes se pueda conocer más a fondo. El doble sentido sobrevuela, cargando los cartuchos de nuestras mentes más perversas y en el medio de un subrayado mental las historias conviven con algunas líneas del cuentista John Cheever y se posan en tramas como las que puede desplegar Raymond Carver en su gran libro Catedral. Ciertas escenas, como por ejemplo la que sucede en el cuento Negros famosos, en donde el personaje Nancy descubre el whisky que le han obsequiado a su marido, es la propia descripción de cómo se posa ese trago y como lo recibe el cuerpo. Tranquilamente puede ser una anotación de los diarios de Cheever: “El alcohol le entró de lleno, primero en estado gaseoso, después como una lámina acaramelada y ardiente”. Son imágenes que de forma espontánea se guardan para empezar a contarle a algún conocido ese afán por los libros que saben tocar la fibra de la adicción. Oración tras oración la vara se pone cada vez más alta y se vive el placer del texto.