Juan Manuel Garrido, Jean Luc Nancy
La comunidad enfrentada
Ediciones La Cebra

Páginas: 68
Formato:
Peso: 0.094 kgs.
ISBN: 978987-22884-3-3

El estado actual del mundo no es una guerra de civilizaciones. Es una guerra civil: es la guerra intestina de una ciudad, de una civilidad, de una ciudadanidad que se despliega hasta los límites del mundo, y por eso hasta el extremo de sus propios conceptos. No es tampoco una guerra de religiones, o bien toda guerra llamada de religiones es una guerra intestina del monoteísmo, esquema religioso de Occidente, y, en él, de una división que también es llevada hasta los bordes y los extremos: hasta el Oriente de Occidente y hasta la fractura y apertura en el centro mismo de lo divino. De ahí que Occidente sólo habrá sido la extenuación de lo divino, en todas las formas del monoteísmo, y se deba esto al ateísmo o al fanatismo. Lo que nos está ocurriendo es una extenuación del pensamiento de lo Uno y de una destinación única del mundo, cosa que se agota en una única ausencia de destinación, en una expansión ilimitada de la equivalencia general o bien, inversamente, en los sobresaltos violentos que reafirman la omnipotencia y omnipresencia de un Uno que se ha vuelto o que ha vuelto a ser su propia monstruosidad. ¿Cómo poder ser seriamente, absolutamente, incondicionalmente ateos, siendo al mismo tiempo capaces de sentido y de verdad? ¿Cómo poder, no ya salir de la religión pues en el fondo eso ya está hecho, y las imprecaciones furiosas son impotentes frente a eso (inclusive son más bien el síntoma de ello, como el dios grabado en el dólar), sino salir de nuestro pensamiento monolítico? Es decir, ¿cómo llegar al borde del monoteísmo y de su ateísmo constitutivo (o de lo que podría llamarse su ausenteísmo) para poder captar allí, en el reverso de su agotamiento, lo que podría escapar al nihilismo, lo que podría salir desde el interior? ¿Cómo pensar el nihil sin convertirlo en monstruosidad omnipotente y omnipresente?

La comunidad enfrentada

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La comunidad enfrentada
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El estado actual del mundo no es una guerra de civilizaciones. Es una guerra civil: es la guerra intestina de una ciudad, de una civilidad, de una ciudadanidad que se despliega hasta los límites del mundo, y por eso hasta el extremo de sus propios conceptos. No es tampoco una guerra de religiones, o bien toda guerra llamada de religiones es una guerra intestina del monoteísmo, esquema religioso de Occidente, y, en él, de una división que también es llevada hasta los bordes y los extremos: hasta el Oriente de Occidente y hasta la fractura y apertura en el centro mismo de lo divino. De ahí que Occidente sólo habrá sido la extenuación de lo divino, en todas las formas del monoteísmo, y se deba esto al ateísmo o al fanatismo. Lo que nos está ocurriendo es una extenuación del pensamiento de lo Uno y de una destinación única del mundo, cosa que se agota en una única ausencia de destinación, en una expansión ilimitada de la equivalencia general o bien, inversamente, en los sobresaltos violentos que reafirman la omnipotencia y omnipresencia de un Uno que se ha vuelto o que ha vuelto a ser su propia monstruosidad. ¿Cómo poder ser seriamente, absolutamente, incondicionalmente ateos, siendo al mismo tiempo capaces de sentido y de verdad? ¿Cómo poder, no ya salir de la religión pues en el fondo eso ya está hecho, y las imprecaciones furiosas son impotentes frente a eso (inclusive son más bien el síntoma de ello, como el dios grabado en el dólar), sino salir de nuestro pensamiento monolítico? Es decir, ¿cómo llegar al borde del monoteísmo y de su ateísmo constitutivo (o de lo que podría llamarse su ausenteísmo) para poder captar allí, en el reverso de su agotamiento, lo que podría escapar al nihilismo, lo que podría salir desde el interior? ¿Cómo pensar el nihil sin convertirlo en monstruosidad omnipotente y omnipresente?