Piotr Kropotkin
La conquista del pan
Anarres ediciones

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9872087563

Para la presente versión de La conquista del pan se ha tomado como base la traducción que en su momento realizara León Ignacio para la editorial de F. Sempere de Barcelona, corrigiéndola, actualizando términos y estilo e incorporando del original francés una gran cantidad de material que había sido eliminado en esa edición y en las sucesivas reediciones en español. Asimismo se han reincorporado las notas del autor y el prólogo de Elisée Reclus presentes en la primera edición francesa. [N de E] El título del libro: La conquista del pan, está tomado en el sentido más amplio, porque el hombre no vive de pan solamente. En una época donde los generosos y valientes intentan transformar su ideal de justicia social en realidad viviente, no es sólo a conquistar el pan, aun con el vino y la sal, a lo que se limitará nuestra ambición. Será preciso conquistar también todo lo necesario o lo simplemente útil para una vida confortable; es preciso que podamos asegurar a todos la plena satisfacción de sus necesidades y de sus deseos. En tanto que no hayamos hecho esta primera conquista, en tanto que haya pobres entre nosotros, es una burla amarga dar el nombre de sociedad a este conjunto de seres humanos que se odian y se destruyen entre ellos, como animales feroces encerrados en la arena del circo. Desde el primer capítulo de su obra, el autor enumera las inmensas riquezas que ya la humanidad posee y el prodigioso equipamiento en máquinas que ha adquirido gracias al trabajo colectivo. Los productos obtenidos cada año serían ampliamente suficientes para proporcionar el pan a todos los hombres; si el capital enorme de ciudades, fábricas, de medios de transporte y de escuelas devienen en propiedad común en lugar de ser aprisionadas en propiedades privadas, el bienestar sería fácil de conquistar: las fuerzas que estén a nuestra disposición serían aplicadas, no a trabajos inútiles o contradictorios, sino a la producción de todo aquello que el hombre necesita para su alimentación, su alojamiento y sus ropas, para su confort, para el estudio de las ciencias, para la cultura y el arte. No obstante la recuperación de las posesiones humanas, o sea la expropiación, sólo puede ser realizada por el comunismo anárquico: es preciso destruir el gobierno y sus leyes, repudiar su moral, ignorar a sus agentes, y se llevará a cabo por los interesados mismos siguiendo su propia iniciativa, agrupándose según sus afinidades, sus intereses, su ideal y la naturaleza de los trabajos emprendidos. Esta cuestión de la expropiación, la más importante del libro, es también una de las que el autor ha tratado con el mayor detalle, sobriamente y sin violencia verbal, pero con la calma y la claridad de visión que demanda el estudio de una revolución próxima, en lo sucesivo inevitable. Es después del derrumbe del Estado que los grupos de trabajadores liberados, no teniendo ya que sudar al servicio de acaparadores y de parásitos, podrán dedicarse a ocupaciones atrayentes libremente elegidas y proceder científicamente al cultivo del suelo y a la producción industrial, en combinación con recreaciones consagradas al estudio o el placer. Las páginas del libro que tratan sobre los trabajos agrícolas ofrecen un interés capital, porque en ellas se narran los hechos que la práctica ya ha comprobado y que son fáciles de aplicar en todas partes y a gran escala, en beneficio de todos y no solamente para el enriquecimiento de algunos. Elisée Reclus

La conquista del pan

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Para la presente versión de La conquista del pan se ha tomado como base la traducción que en su momento realizara León Ignacio para la editorial de F. Sempere de Barcelona, corrigiéndola, actualizando términos y estilo e incorporando del original francés una gran cantidad de material que había sido eliminado en esa edición y en las sucesivas reediciones en español. Asimismo se han reincorporado las notas del autor y el prólogo de Elisée Reclus presentes en la primera edición francesa. [N de E] El título del libro: La conquista del pan, está tomado en el sentido más amplio, porque el hombre no vive de pan solamente. En una época donde los generosos y valientes intentan transformar su ideal de justicia social en realidad viviente, no es sólo a conquistar el pan, aun con el vino y la sal, a lo que se limitará nuestra ambición. Será preciso conquistar también todo lo necesario o lo simplemente útil para una vida confortable; es preciso que podamos asegurar a todos la plena satisfacción de sus necesidades y de sus deseos. En tanto que no hayamos hecho esta primera conquista, en tanto que haya pobres entre nosotros, es una burla amarga dar el nombre de sociedad a este conjunto de seres humanos que se odian y se destruyen entre ellos, como animales feroces encerrados en la arena del circo. Desde el primer capítulo de su obra, el autor enumera las inmensas riquezas que ya la humanidad posee y el prodigioso equipamiento en máquinas que ha adquirido gracias al trabajo colectivo. Los productos obtenidos cada año serían ampliamente suficientes para proporcionar el pan a todos los hombres; si el capital enorme de ciudades, fábricas, de medios de transporte y de escuelas devienen en propiedad común en lugar de ser aprisionadas en propiedades privadas, el bienestar sería fácil de conquistar: las fuerzas que estén a nuestra disposición serían aplicadas, no a trabajos inútiles o contradictorios, sino a la producción de todo aquello que el hombre necesita para su alimentación, su alojamiento y sus ropas, para su confort, para el estudio de las ciencias, para la cultura y el arte. No obstante la recuperación de las posesiones humanas, o sea la expropiación, sólo puede ser realizada por el comunismo anárquico: es preciso destruir el gobierno y sus leyes, repudiar su moral, ignorar a sus agentes, y se llevará a cabo por los interesados mismos siguiendo su propia iniciativa, agrupándose según sus afinidades, sus intereses, su ideal y la naturaleza de los trabajos emprendidos. Esta cuestión de la expropiación, la más importante del libro, es también una de las que el autor ha tratado con el mayor detalle, sobriamente y sin violencia verbal, pero con la calma y la claridad de visión que demanda el estudio de una revolución próxima, en lo sucesivo inevitable. Es después del derrumbe del Estado que los grupos de trabajadores liberados, no teniendo ya que sudar al servicio de acaparadores y de parásitos, podrán dedicarse a ocupaciones atrayentes libremente elegidas y proceder científicamente al cultivo del suelo y a la producción industrial, en combinación con recreaciones consagradas al estudio o el placer. Las páginas del libro que tratan sobre los trabajos agrícolas ofrecen un interés capital, porque en ellas se narran los hechos que la práctica ya ha comprobado y que son fáciles de aplicar en todas partes y a gran escala, en beneficio de todos y no solamente para el enriquecimiento de algunos. Elisée Reclus