Georges Bataille , Julián Fava , Lucía Ana Belloro, Julián Fava
La parte maldita y apuntes inéditos
Las Cuarenta

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 978987-23567-4-3

La propuesta de Georges Bataille puede leerse como un conjuro y una apuesta: conjurar los dispositivos que reducen a los hombres a la esclavitud de la exclusión y el consumo capitalista; y apostar por una insurrección ontológica y política que recupere lo sagrado de cada singularidad. A partir de la aparición del trabajo el hombre no ha hecho más que introducir una diferencia entre él y la naturaleza: su capacidad nihilizadora objetivó sus productos y, al hacerlo, configuró el ámbito de la conciencia que subordina los medios presentes en función de la utilidad futura. Pero, el ser humano produce mucha más energía que la que necesita para subsistir y ese excedente no puede más que derrocharlo inútilmente. Se trata de la dilapidación y del gasto improductivo: la exuberancia de la vida más allá de los límites del mundo profano del trabajo fundado en prohibiciones y tabúes. Ese excedente que en los animales se muestra en las operaciones por medio de las cuales se devoran entre ellos, en los hombres es poder de transformación, de sacrificio; es decir, de volver lo profano el mundo del trabajo y la utilidad sagrado. Y el sacrificio es justamente una experiencia del límite: el gozo humano que se verifica cuando todas las posibilidades son puestas en juego. En fin, del mundo sagrado, de la existencia sin más reparos que su propia enunciación: las risas, las lágrimas, el amor, el arte y la muerte.

La parte maldita y apuntes inéditos

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La propuesta de Georges Bataille puede leerse como un conjuro y una apuesta: conjurar los dispositivos que reducen a los hombres a la esclavitud de la exclusión y el consumo capitalista; y apostar por una insurrección ontológica y política que recupere lo sagrado de cada singularidad. A partir de la aparición del trabajo el hombre no ha hecho más que introducir una diferencia entre él y la naturaleza: su capacidad nihilizadora objetivó sus productos y, al hacerlo, configuró el ámbito de la conciencia que subordina los medios presentes en función de la utilidad futura. Pero, el ser humano produce mucha más energía que la que necesita para subsistir y ese excedente no puede más que derrocharlo inútilmente. Se trata de la dilapidación y del gasto improductivo: la exuberancia de la vida más allá de los límites del mundo profano del trabajo fundado en prohibiciones y tabúes. Ese excedente que en los animales se muestra en las operaciones por medio de las cuales se devoran entre ellos, en los hombres es poder de transformación, de sacrificio; es decir, de volver lo profano el mundo del trabajo y la utilidad sagrado. Y el sacrificio es justamente una experiencia del límite: el gozo humano que se verifica cuando todas las posibilidades son puestas en juego. En fin, del mundo sagrado, de la existencia sin más reparos que su propia enunciación: las risas, las lágrimas, el amor, el arte y la muerte.