Gabriel Rodríguez Molina
Lágrimas de un pájaro
Buenosaires poetry

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874197177

Gabriel Rodríguez Molina. La Plata, 1995. Narrador y poeta. Estudia Medicina y Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. Ha publicado su primer poemario El despertar de los ojos glaucos (Editorial Lisboa) a principios de 2017. La poesía ha muerto. Muere al salir del cuerpo de quien la fecunda. Luego, sólo queda en la piel una herida, un rastro de que, alguna vez estuvo allí, alojada, entre la carne que sangra. Hay quienes lloran su muerte ¿Cómo no llorar cuando ya toda la poesía se ha desprendido de nuestro cuerpo y nos ha abandonado? El poeta se transforma en un cadáver que, inerte, camina sobre los espinillos para sentir que cada poema ha soportado el puñal del marchito tiempo. Su sangre se mezcla con la tierra. La poesía ha muerto. Los poemas son esas simples flores que los devotos tiran hacia su fosa con el último suspiro de sus carnes, con el último desgarro de su garganta, con el último anhelo de puñal perfumado, con la desesperación del último adiós. Entonces, muere el poeta, sobre los tristes pétalos. Mueren las palabras en su garganta vacía. Los pájaros lloran su muerte, jadean en alguna parte del mapa, sollozan. Un labriego recoge sus lágrimas y redime su esclavitud. _ Para ver un mundo en un grano de arena y un paraíso en una flor silvestre, sostén el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora. –William Blake

Lágrimas de un pájaro

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Gabriel Rodríguez Molina. La Plata, 1995. Narrador y poeta. Estudia Medicina y Filosofía en la Universidad Nacional de La Plata. Ha publicado su primer poemario El despertar de los ojos glaucos (Editorial Lisboa) a principios de 2017. La poesía ha muerto. Muere al salir del cuerpo de quien la fecunda. Luego, sólo queda en la piel una herida, un rastro de que, alguna vez estuvo allí, alojada, entre la carne que sangra. Hay quienes lloran su muerte ¿Cómo no llorar cuando ya toda la poesía se ha desprendido de nuestro cuerpo y nos ha abandonado? El poeta se transforma en un cadáver que, inerte, camina sobre los espinillos para sentir que cada poema ha soportado el puñal del marchito tiempo. Su sangre se mezcla con la tierra. La poesía ha muerto. Los poemas son esas simples flores que los devotos tiran hacia su fosa con el último suspiro de sus carnes, con el último desgarro de su garganta, con el último anhelo de puñal perfumado, con la desesperación del último adiós. Entonces, muere el poeta, sobre los tristes pétalos. Mueren las palabras en su garganta vacía. Los pájaros lloran su muerte, jadean en alguna parte del mapa, sollozan. Un labriego recoge sus lágrimas y redime su esclavitud. _ Para ver un mundo en un grano de arena y un paraíso en una flor silvestre, sostén el infinito en la palma de la mano y la eternidad en una hora. –William Blake