Guy De Maupassant, Manuel Arranz
Los domingos de un burgués en París
Periférica Editorial

Páginas: 136
Formato: 135 mm x 210 mm
Peso: 0.21 kgs.
ISBN: 9788492865932

El señor Patissot, memorable protagonista de esta historia, es, valga el juego de palabras, todo un personaje. Preocupado por su salud después de un ligero malestar, y siguiendo las recomendaciones de su médico, se propone recobrarla organizando cada domingo, metódica y minuciosamente, grandes y «deportivos» paseos por los alrededores de París. Cada uno de ellos dará pretexto a situaciones tan ridículas como desternillantes. Figura caricaturesca del perfecto burócrata, funcionario amante del gobierno, camaleón político y «amical» cuando hace falta, Patissot tiene, sin embargo, algo que nos lo hace también entrañable. Quizá las buenas sonrisas que nos provoca; hasta llegar, en algún caso, a la carcajada. Fracasa tanto cuando trata de convertirse en pescador de río como cuando, en sus delirios románticos, aborda la «pesca» de alguna muchacha. Sirve por igual al Imperio que a la República, pero no le importa echarse la mochila a la espalda para conocer al pueblo verdadero. Guy de Maupassant lo dibujó siguiendo a otros dos personajes míticos: Bouvard y Pécuchet, es decir, como homenaje a Flaubert, quien jugó un papel decisivo en su vocación como escritor y fue, en buena medida, su maestro. Entre mayo y agosto de 1880, Maupassant, que acababa de alcanzar su primer éxito literario con «Bola de sebo», publicó las aventuras de Patissot en Le Gaulois, pero esos diez capítulos no fueron recogidos en forma de libro hasta 1901, o sea, ocho años después de la muerte de su autor. Merecen, sin duda, una especial atención: en primer lugar, para conocer mejor el talento naciente de un escritor dueño ya, sin embargo, de un estilo propio, y que se entrega aquí a lo que se convertirá en una de sus marcas de fábrica: la pintura minuciosa, divertida y feroz de la pequeña burguesía; en segundo lugar, para descubrir los alrededores de París a finales del siglo xix, época en la que aventurarse hasta lugares como Colombes, Meudon o Sèvres representaba todavía una auténtica expedición. Guy de Maupassant nació en 1850. Según unos, en Fécamp; según otros, en el castillo de Miromesnil, en Tourville-sur-Arques. A los diecisiete años conoció a Flaubert, quien le presentó a algunos de los escritores más importantes de la época, entre ellos Émile Zola, que publicaría uno de sus primeros y más famosos relatos, «Bola de sebo» (1880), en la antología-manifiesto del naturalismo, Las veladas de Médan. Aunque sus novelas alcanzaron pronto gran notoriedad, serían sus cuentos, muchos de ellos magistrales, los que le convertirían en uno de los autores fundamentales del XIX, a la altura de otros maestros del relato como Edgard Allan Poe o Antón Chéjov, dos autores citados precisamente por Julien Gracq para explicar el «acertado ensamblaje entre realismo y horror» que supone la narrativa breve de Maupassant, «un autor entre dos polos nerviosos», como lo definiera también Ramón Gómez de la Serna. De hecho, sus «ataques de nervios» lo llevarían a intentar suicidarse en varias ocasiones y a ser internado en una clínica, para morir, al fin, «loco, o medio loco», según escribieron los diarios de su época, en 1893. Entre las novelas de Maupassant podemos citar: Una vida (1883), Bel Ami (1885), Pierre y Jean (1888)... Y entre sus muchos cuentos: «Claro de luna», «La dote», «La mano izquierda», «La belleza inútil»…

Los domingos de un burgués en París

$17.500,00
Los domingos de un burgués en París $17.500,00
Compra protegida
Tus datos cuidados durante toda la compra.
Cambios y devoluciones
Si no te gusta, podés cambiarlo por otro o devolverlo.

Guy De Maupassant, Manuel Arranz
Los domingos de un burgués en París
Periférica Editorial

Páginas: 136
Formato: 135 mm x 210 mm
Peso: 0.21 kgs.
ISBN: 9788492865932

El señor Patissot, memorable protagonista de esta historia, es, valga el juego de palabras, todo un personaje. Preocupado por su salud después de un ligero malestar, y siguiendo las recomendaciones de su médico, se propone recobrarla organizando cada domingo, metódica y minuciosamente, grandes y «deportivos» paseos por los alrededores de París. Cada uno de ellos dará pretexto a situaciones tan ridículas como desternillantes. Figura caricaturesca del perfecto burócrata, funcionario amante del gobierno, camaleón político y «amical» cuando hace falta, Patissot tiene, sin embargo, algo que nos lo hace también entrañable. Quizá las buenas sonrisas que nos provoca; hasta llegar, en algún caso, a la carcajada. Fracasa tanto cuando trata de convertirse en pescador de río como cuando, en sus delirios románticos, aborda la «pesca» de alguna muchacha. Sirve por igual al Imperio que a la República, pero no le importa echarse la mochila a la espalda para conocer al pueblo verdadero. Guy de Maupassant lo dibujó siguiendo a otros dos personajes míticos: Bouvard y Pécuchet, es decir, como homenaje a Flaubert, quien jugó un papel decisivo en su vocación como escritor y fue, en buena medida, su maestro. Entre mayo y agosto de 1880, Maupassant, que acababa de alcanzar su primer éxito literario con «Bola de sebo», publicó las aventuras de Patissot en Le Gaulois, pero esos diez capítulos no fueron recogidos en forma de libro hasta 1901, o sea, ocho años después de la muerte de su autor. Merecen, sin duda, una especial atención: en primer lugar, para conocer mejor el talento naciente de un escritor dueño ya, sin embargo, de un estilo propio, y que se entrega aquí a lo que se convertirá en una de sus marcas de fábrica: la pintura minuciosa, divertida y feroz de la pequeña burguesía; en segundo lugar, para descubrir los alrededores de París a finales del siglo xix, época en la que aventurarse hasta lugares como Colombes, Meudon o Sèvres representaba todavía una auténtica expedición. Guy de Maupassant nació en 1850. Según unos, en Fécamp; según otros, en el castillo de Miromesnil, en Tourville-sur-Arques. A los diecisiete años conoció a Flaubert, quien le presentó a algunos de los escritores más importantes de la época, entre ellos Émile Zola, que publicaría uno de sus primeros y más famosos relatos, «Bola de sebo» (1880), en la antología-manifiesto del naturalismo, Las veladas de Médan. Aunque sus novelas alcanzaron pronto gran notoriedad, serían sus cuentos, muchos de ellos magistrales, los que le convertirían en uno de los autores fundamentales del XIX, a la altura de otros maestros del relato como Edgard Allan Poe o Antón Chéjov, dos autores citados precisamente por Julien Gracq para explicar el «acertado ensamblaje entre realismo y horror» que supone la narrativa breve de Maupassant, «un autor entre dos polos nerviosos», como lo definiera también Ramón Gómez de la Serna. De hecho, sus «ataques de nervios» lo llevarían a intentar suicidarse en varias ocasiones y a ser internado en una clínica, para morir, al fin, «loco, o medio loco», según escribieron los diarios de su época, en 1893. Entre las novelas de Maupassant podemos citar: Una vida (1883), Bel Ami (1885), Pierre y Jean (1888)... Y entre sus muchos cuentos: «Claro de luna», «La dote», «La mano izquierda», «La belleza inútil»