Francisco Hinojosa
Migraña en racimos
Almadía

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9786079701437

Argumentos de venta: —Reedición y nueva versión de un texto publicado por el autor hace diez años, y que hasta hoy estaba fuera de circulación. —Se trata de un libro en la tradición de la escritura de la enfermedad, que se acerca a la lectura y al comentario de Oliver Sacks y otros autores con esos temas. —Su lectura es amena, pues la claridad de su escritura, el ritmo y el manejo de la información, así como los capítulos breves, así la proponen. Resumen de la obra: Sin causa aparente, el cuerpo de pronto sabe que el dolor llegará. Una sensación extraña, un asomo de malestar que inquieta y predice otro, mucho mayor; y tarde o temprano llega, en relámpagos, en un brutal ataque que se concentra en el ojo, que cubre la mitad de la cabeza con un velo impenetrable de oscuridad. Es el dolor de la migraña en racimos. Una dolencia tan brutal, pero de la que se sabía poco hasta hace algunos años, pues no afecta a una cifra tan alta como otras. Al comentar casos individuales y al analizar la farmacopea y las prácticas médicas al uso, el autor abre un panorama al que pocos lectores hemos tenido acceso: el tormento que sufren los pacientes de este mal, su búsqueda desesperada por encontrar alivio. Las cefaleas que asolaron la casa familiar, sus intentos con la medicina alternativa, sus diálogos con otros migrañosos, su búsqueda de conocimiento en los libros, como una forma de encontrar consuelo y, al mismo tiempo, empezar a sanar. Reseña literaria: En la introducción al libro, el autor señala: “Al escribir estas líneas cumplo once años y tres meses de haber terminado mi último ciclo de migrañas. No sé si el alivio sea definitivo, aunque creo que sí. Tampoco sé a ciencia cierta a qué se deba la cura o la muy prolongada remisión. Lo que me digo, y digo a los demás, es que muy probablemente sea el resultado de haber escrito este libro. La escritura libera, sana: al menos en mi caso funciona así.” En este ensayo, Francisco Hinojosa, reconocido como un autor indispensable de la literatura infantil y un novelista divertido y de gran imaginación, nos muestra otra faceta de su escritura. Con una escritura que participa del ensayo, la crónica, la biografía y el texto de divulgación, el autor nos conduce por el laberinto del propio cuerpo, ese espacio que habitamos y que a veces no notamos hasta que empieza a agrietarse. Semblanza del autor: Nació en la Ciudad de México el 28 de febrero de 1954. Estudió lengua y literaturas hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ha sido editor de La Gaceta del FCE y de Los Universitarios; coordinador de un taller para escritores de literatura para niños en varios estados de la república. Es uno de los autores más destacados de literatura infantil y juvenil en lengua española. Colaborador de Casa del Tiempo, La Gaceta del FCE, Los Universitarios, Revista de la Universidad de México, y Vuelta entre otras. Becario del FONCA, en cuento, 1991, y del Fideicomiso México/Estados Unidos 1996 con el proyecto Crónica de Chicago. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 1993. Parte de su obra se ha traducido al inglés, portugués, italiano, polaco y lituano. Es autor de los libros de crónica: Un taxi en L.A. (1995) y Mexican Chicago (1999); de las colecciones de cuento: Informe negro (1987), Memorias segadas de un hombre en el fondo bueno y otros cuentos hueros (1995), y Cuentos héticos (1996), Héticos, hueros, negros (1999), Un tipo de cuidado (2000), La verdadera historia de Nelson Ives (2002), Cuatro novelas y otro cuento (2005) y El tiempo apremia (Almadía 2010); de los poemarios: Tres poemas (1981), Robinson perseguido y otros poemas (2001); y de las novelas Poesía eras tú (Almadía, 2009) y Emma (Almadía, 2014). Su obra como autor para niños y jóvenes comprende títulos como: A golpe de calcetín (1982), Cuando los ratones se daban la gran vida (1986), Aníbal y Melquíades (1991), Una semana en Lugano (1992), La peor señora del mundo (1992), Amadís de anís, Amadís de codorniz (1993), La fórmula del Dr. Funes (1993), Repugnante Pajarraco y otros regalos (1996), Las orejas de Urbano (2001), Un pueblo lleno de bestias (2003), El cocodrilo no sirve, es dragón (1998), Yanka, yanka (1998), Buscalacranes (2000), Mi hermana quiere ser una sirena (2000), Hoja de papel (2005), Las gallinas de mi abuelo (2005), Léperas contra mocosos (2007), El castigo de Lucas (2012). Premios: Premio IBBY 1984. Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 1993. Comentarios de la crítica: Álvaro Enrigue: “El máximo innovador de su generación.” José Israel Carranza: “La marca de Hinojosa es el asombro instantáneo: los malabares que hace con la lengua de todos los días para contar las historias de personajes en los que fácilmente podemos reconocernos.” David Medina Portillo: “Poesía eras tú también se lee a carcajadas.” Julio Trujillo: “En este epistolario “amoroso” atestiguamos el ascenso de una mujer que cuidaba marrano a ese otro ámbito no menos espero que es la Cámara de Diputados: quedan claras las intenciones alegóricas de Hinojosa y sus ganas de reírse, a manera de válvula de escape, en medio del cochinero.” Fabienne Bradu: “El placer de la lectura que no tiene otro fin que sí mismo. Es una emoción tan excepcional en nuestra literatura que habría que aquilatar las creaciones de Francisco Hinojosa como el tiempo de la infancia, de sus juegos y sus invenciones, que hemos perdido y que, sin embargo, parece volver a cobijarnos bajo el aguijón de algunos efímeros estímulos.” Zel Cabrera: “Francisco Hinojosa no tiene miedo a la posmodernidad, es osado y se atreve a darle la vuelta [en Emma] a todas las historias escritas de las boarding schools.” Fragmento ilustrativo de la obra: El ozono de uso médico –que en realidad es una combinación de una baja dosis de O³, de alrededor del cinco por ciento, con otra complementaria del 95 por ciento restante de O²– fue usado en la Primera Guerra Mundial como un eficaz desinfectante de heridas. Sin embargo, debido a su carácter corrosivo, se le pudo dar poca vida inmediata como producto útil a la medicina. Con el paso del tiempo y las investigaciones alrededor de este gas, especialmente en Alemania, se produjeron los primeros generadores de ozono, que sirvieron al principio como poderosas armas para combatir virus, bacterias, parásitos y hongos. Luego fueron usados con éxito para el tratamiento de hernias discales, pie diabético, demencia senil, artritis, celulitis y un largo etcétera que abarca casi todas las áreas de la medicina. Y por supuesto varias migrañas, muy especialmente la acuminada. Decía que Beatriz, la doctora, después de su detallada explicación pidió que me hiciera unos análisis de sangre antes de dar inicio al tratamiento para documentar el estado en el que llegaba. O quizás para saber que no había algún impedimento químico que me hiciera rechazar el gas. Le pedí que se ahorrara las exigencias del manual y que empezara en ese mismo momento con la terapia: un padecimiento como la migraña en racimos no puede hacer antesalas, tiene que entrar por la puerta de urgencias. Acudí sin falta a cada una de las sesiones –ésas eran las únicas salidas que hacía fuera de mi casa. Además del tanque de oxígeno que ya tenía en mi estudio, alquilé para esas salidas uno portátil. Me administraban el gas por vía rectal a través de una fina sonda. La operación duraba unos cuantos segundos, seguidos de unos diez minutos de reposo, un breve masaje y una medición rutinaria de la presión. A veces, la doctora reforzaba la terapia con una inyección intramuscular de ozono. A la cuarta o quinta sesión tuve una “crisis curativa”, como las que suelen ocurrir con la medicación homeopática, aunque ciertamente más intensa. Me lo habían anunciado en la clínica con énfasis desmedido porque muchos pacientes que se tratan con ozono renuncian al tratamiento después sufrirla. Fue un día de locura que ni el oxígeno y una dosis de Imigran intranasal que tenía como reserva pudieron hacerlo más llevadero. Fueron 24 horas ocupadas con saña por nueve migrañas en racimo largas, intensas y sordas. De ésas que encienden la duda de que puedan perpetuarse y no abandonarnos nunca. De ésas que justifican uno de sus sobrenombres, “migraña del suicidio”, e invitan a darse de golpes contra la pared. De ésas que hacen olvidarnos de la vida para centrar la atención en la carne y para echar un vistazo a los mundos más oscuros de la imaginación. Cuando una migraña se ha instalado, de nada me sirve meterme una farmacia entera. La bestia no habla ni le importa darse a entender. Su primera temporada en el infierno apenas comenzaba. Todas las cefaleas intensas comparten un mismo círculo del infierno. Son muchos los que tardan años en conocer el nombre exacto de la bestia. La ciencia dicta y el paciente obedece porque así es la medicina. No quise tampoco decirme a mí mismo el nombre por temor a invocar a los demonios. Fue la primera vez que sentí que un médico me escuchaba. Dudo mucho que me cure del temor a que las migrañas regresen. Se trataba de una promesa de cura total. La migraña en racimos no puede hacer antesalas, tiene que entrar por la puerta de urgencias. El dolor es el que impone las necesidades y el que marca los tiempos. A todo migrañoso le urge una salida radical y definitiva a sus dolores.

Migraña en racimos

$27.090,00
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Argumentos de venta: —Reedición y nueva versión de un texto publicado por el autor hace diez años, y que hasta hoy estaba fuera de circulación. —Se trata de un libro en la tradición de la escritura de la enfermedad, que se acerca a la lectura y al comentario de Oliver Sacks y otros autores con esos temas. —Su lectura es amena, pues la claridad de su escritura, el ritmo y el manejo de la información, así como los capítulos breves, así la proponen. Resumen de la obra: Sin causa aparente, el cuerpo de pronto sabe que el dolor llegará. Una sensación extraña, un asomo de malestar que inquieta y predice otro, mucho mayor; y tarde o temprano llega, en relámpagos, en un brutal ataque que se concentra en el ojo, que cubre la mitad de la cabeza con un velo impenetrable de oscuridad. Es el dolor de la migraña en racimos. Una dolencia tan brutal, pero de la que se sabía poco hasta hace algunos años, pues no afecta a una cifra tan alta como otras. Al comentar casos individuales y al analizar la farmacopea y las prácticas médicas al uso, el autor abre un panorama al que pocos lectores hemos tenido acceso: el tormento que sufren los pacientes de este mal, su búsqueda desesperada por encontrar alivio. Las cefaleas que asolaron la casa familiar, sus intentos con la medicina alternativa, sus diálogos con otros migrañosos, su búsqueda de conocimiento en los libros, como una forma de encontrar consuelo y, al mismo tiempo, empezar a sanar. Reseña literaria: En la introducción al libro, el autor señala: “Al escribir estas líneas cumplo once años y tres meses de haber terminado mi último ciclo de migrañas. No sé si el alivio sea definitivo, aunque creo que sí. Tampoco sé a ciencia cierta a qué se deba la cura o la muy prolongada remisión. Lo que me digo, y digo a los demás, es que muy probablemente sea el resultado de haber escrito este libro. La escritura libera, sana: al menos en mi caso funciona así.” En este ensayo, Francisco Hinojosa, reconocido como un autor indispensable de la literatura infantil y un novelista divertido y de gran imaginación, nos muestra otra faceta de su escritura. Con una escritura que participa del ensayo, la crónica, la biografía y el texto de divulgación, el autor nos conduce por el laberinto del propio cuerpo, ese espacio que habitamos y que a veces no notamos hasta que empieza a agrietarse. Semblanza del autor: Nació en la Ciudad de México el 28 de febrero de 1954. Estudió lengua y literaturas hispánicas en la FFyL de la UNAM. Ha sido editor de La Gaceta del FCE y de Los Universitarios; coordinador de un taller para escritores de literatura para niños en varios estados de la república. Es uno de los autores más destacados de literatura infantil y juvenil en lengua española. Colaborador de Casa del Tiempo, La Gaceta del FCE, Los Universitarios, Revista de la Universidad de México, y Vuelta entre otras. Becario del FONCA, en cuento, 1991, y del Fideicomiso México/Estados Unidos 1996 con el proyecto Crónica de Chicago. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte desde 1993. Parte de su obra se ha traducido al inglés, portugués, italiano, polaco y lituano. Es autor de los libros de crónica: Un taxi en L.A. (1995) y Mexican Chicago (1999); de las colecciones de cuento: Informe negro (1987), Memorias segadas de un hombre en el fondo bueno y otros cuentos hueros (1995), y Cuentos héticos (1996), Héticos, hueros, negros (1999), Un tipo de cuidado (2000), La verdadera historia de Nelson Ives (2002), Cuatro novelas y otro cuento (2005) y El tiempo apremia (Almadía 2010); de los poemarios: Tres poemas (1981), Robinson perseguido y otros poemas (2001); y de las novelas Poesía eras tú (Almadía, 2009) y Emma (Almadía, 2014). Su obra como autor para niños y jóvenes comprende títulos como: A golpe de calcetín (1982), Cuando los ratones se daban la gran vida (1986), Aníbal y Melquíades (1991), Una semana en Lugano (1992), La peor señora del mundo (1992), Amadís de anís, Amadís de codorniz (1993), La fórmula del Dr. Funes (1993), Repugnante Pajarraco y otros regalos (1996), Las orejas de Urbano (2001), Un pueblo lleno de bestias (2003), El cocodrilo no sirve, es dragón (1998), Yanka, yanka (1998), Buscalacranes (2000), Mi hermana quiere ser una sirena (2000), Hoja de papel (2005), Las gallinas de mi abuelo (2005), Léperas contra mocosos (2007), El castigo de Lucas (2012). Premios: Premio IBBY 1984. Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 1993. Comentarios de la crítica: Álvaro Enrigue: “El máximo innovador de su generación.” José Israel Carranza: “La marca de Hinojosa es el asombro instantáneo: los malabares que hace con la lengua de todos los días para contar las historias de personajes en los que fácilmente podemos reconocernos.” David Medina Portillo: “Poesía eras tú también se lee a carcajadas.” Julio Trujillo: “En este epistolario “amoroso” atestiguamos el ascenso de una mujer que cuidaba marrano a ese otro ámbito no menos espero que es la Cámara de Diputados: quedan claras las intenciones alegóricas de Hinojosa y sus ganas de reírse, a manera de válvula de escape, en medio del cochinero.” Fabienne Bradu: “El placer de la lectura que no tiene otro fin que sí mismo. Es una emoción tan excepcional en nuestra literatura que habría que aquilatar las creaciones de Francisco Hinojosa como el tiempo de la infancia, de sus juegos y sus invenciones, que hemos perdido y que, sin embargo, parece volver a cobijarnos bajo el aguijón de algunos efímeros estímulos.” Zel Cabrera: “Francisco Hinojosa no tiene miedo a la posmodernidad, es osado y se atreve a darle la vuelta [en Emma] a todas las historias escritas de las boarding schools.” Fragmento ilustrativo de la obra: El ozono de uso médico –que en realidad es una combinación de una baja dosis de O³, de alrededor del cinco por ciento, con otra complementaria del 95 por ciento restante de O²– fue usado en la Primera Guerra Mundial como un eficaz desinfectante de heridas. Sin embargo, debido a su carácter corrosivo, se le pudo dar poca vida inmediata como producto útil a la medicina. Con el paso del tiempo y las investigaciones alrededor de este gas, especialmente en Alemania, se produjeron los primeros generadores de ozono, que sirvieron al principio como poderosas armas para combatir virus, bacterias, parásitos y hongos. Luego fueron usados con éxito para el tratamiento de hernias discales, pie diabético, demencia senil, artritis, celulitis y un largo etcétera que abarca casi todas las áreas de la medicina. Y por supuesto varias migrañas, muy especialmente la acuminada. Decía que Beatriz, la doctora, después de su detallada explicación pidió que me hiciera unos análisis de sangre antes de dar inicio al tratamiento para documentar el estado en el que llegaba. O quizás para saber que no había algún impedimento químico que me hiciera rechazar el gas. Le pedí que se ahorrara las exigencias del manual y que empezara en ese mismo momento con la terapia: un padecimiento como la migraña en racimos no puede hacer antesalas, tiene que entrar por la puerta de urgencias. Acudí sin falta a cada una de las sesiones –ésas eran las únicas salidas que hacía fuera de mi casa. Además del tanque de oxígeno que ya tenía en mi estudio, alquilé para esas salidas uno portátil. Me administraban el gas por vía rectal a través de una fina sonda. La operación duraba unos cuantos segundos, seguidos de unos diez minutos de reposo, un breve masaje y una medición rutinaria de la presión. A veces, la doctora reforzaba la terapia con una inyección intramuscular de ozono. A la cuarta o quinta sesión tuve una “crisis curativa”, como las que suelen ocurrir con la medicación homeopática, aunque ciertamente más intensa. Me lo habían anunciado en la clínica con énfasis desmedido porque muchos pacientes que se tratan con ozono renuncian al tratamiento después sufrirla. Fue un día de locura que ni el oxígeno y una dosis de Imigran intranasal que tenía como reserva pudieron hacerlo más llevadero. Fueron 24 horas ocupadas con saña por nueve migrañas en racimo largas, intensas y sordas. De ésas que encienden la duda de que puedan perpetuarse y no abandonarnos nunca. De ésas que justifican uno de sus sobrenombres, “migraña del suicidio”, e invitan a darse de golpes contra la pared. De ésas que hacen olvidarnos de la vida para centrar la atención en la carne y para echar un vistazo a los mundos más oscuros de la imaginación. Cuando una migraña se ha instalado, de nada me sirve meterme una farmacia entera. La bestia no habla ni le importa darse a entender. Su primera temporada en el infierno apenas comenzaba. Todas las cefaleas intensas comparten un mismo círculo del infierno. Son muchos los que tardan años en conocer el nombre exacto de la bestia. La ciencia dicta y el paciente obedece porque así es la medicina. No quise tampoco decirme a mí mismo el nombre por temor a invocar a los demonios. Fue la primera vez que sentí que un médico me escuchaba. Dudo mucho que me cure del temor a que las migrañas regresen. Se trataba de una promesa de cura total. La migraña en racimos no puede hacer antesalas, tiene que entrar por la puerta de urgencias. El dolor es el que impone las necesidades y el que marca los tiempos. A todo migrañoso le urge una salida radical y definitiva a sus dolores.