Verónica Pérez Arango
Nadie duerme de verdad aquí
Caleta Olivia

Páginas: 70
Formato: 14 x 21 cm.
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789878430126

Toda pérdida tiene algo de diáspora interior, de rotura del centro narrativo. Esa atomización nos moviliza y dispersa en todas direcciones, así procede el discurso astillado de este libro. Retratar al ser perdido es rescatarlo, pero también reescribir el tiempo desde una instancia de dolores más lentos y gratitudes pensantes. Acaso esa es la patria del duelo; la escritura, su idioma. ¿Cómo hacer hablar hueco que deja el ser querido? ¿Cómo salir del laberinto de una afasia que impide nombrarla? Partiendo de ese conflicto, Verónica Pérez Arango ha compuesto un libro cautivador, que persigue su forma y va encontrándola en su propio acto lingüístico. Como si, al balbucear nuestra maltrecha fe en la palabra, recuperásemos el habla. Pero también se trata de abordar la pregunta por el sentido de la belleza, cuando la belleza deja de tener sentido o deseo de ser. Es ahí, oscuramentefascinada frente al léxico y los rituales de la ciencia médica, donde entra en escena la otra fuerza de choque de esta voz: una crudeza física tan precisa como su lirismo. En cualquier historia de enfermedad, junto al protagonismo de la persona doliente que va mutando hasta desconocerse, subyace -y a menudo calla la figura de quien cuida. Ese relato paralelo emerge poéticamente aquí, a la búsqueda de una gramática que posibilite la despedida y, por tanto, el reencuentro. Yendo y viniendo de la memoria omitida a un presente que deviene ausencia, al leer comprendemos que sólo puede narrarse verdaderamente lo que se ha perdido. De ese modo deducimos la biografia en carne viva de un fantasma paterno, junto a las urgencias de su cuerpo en fuga. "Soy de las que esperan" escribe la autora, "que los fantasmas activen los objetos y les devuelvan velocidad" A través de cápsulas visionarias, fogonazos de poesía internada, aforismos golpeados y epifanias íntimas, Nadie duerme de verdad aquí cultiva una vigilia tan necesaria como una convalecencia colectiva: la de todas aquellas personas que cuidan, despiden y traducen sus silencios. "Cerré primero los ojos y después no". Eso. Andrés Neuman

Nadie duerme de verdad aquí

$9.000,00
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Páginas: 70
Formato: 14 x 21 cm.
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ISBN: 9789878430126

Toda pérdida tiene algo de diáspora interior, de rotura del centro narrativo. Esa atomización nos moviliza y dispersa en todas direcciones, así procede el discurso astillado de este libro. Retratar al ser perdido es rescatarlo, pero también reescribir el tiempo desde una instancia de dolores más lentos y gratitudes pensantes. Acaso esa es la patria del duelo; la escritura, su idioma. ¿Cómo hacer hablar hueco que deja el ser querido? ¿Cómo salir del laberinto de una afasia que impide nombrarla? Partiendo de ese conflicto, Verónica Pérez Arango ha compuesto un libro cautivador, que persigue su forma y va encontrándola en su propio acto lingüístico. Como si, al balbucear nuestra maltrecha fe en la palabra, recuperásemos el habla. Pero también se trata de abordar la pregunta por el sentido de la belleza, cuando la belleza deja de tener sentido o deseo de ser. Es ahí, oscuramentefascinada frente al léxico y los rituales de la ciencia médica, donde entra en escena la otra fuerza de choque de esta voz: una crudeza física tan precisa como su lirismo. En cualquier historia de enfermedad, junto al protagonismo de la persona doliente que va mutando hasta desconocerse, subyace -y a menudo calla la figura de quien cuida. Ese relato paralelo emerge poéticamente aquí, a la búsqueda de una gramática que posibilite la despedida y, por tanto, el reencuentro. Yendo y viniendo de la memoria omitida a un presente que deviene ausencia, al leer comprendemos que sólo puede narrarse verdaderamente lo que se ha perdido. De ese modo deducimos la biografia en carne viva de un fantasma paterno, junto a las urgencias de su cuerpo en fuga. "Soy de las que esperan" escribe la autora, "que los fantasmas activen los objetos y les devuelvan velocidad" A través de cápsulas visionarias, fogonazos de poesía internada, aforismos golpeados y epifanias íntimas, Nadie duerme de verdad aquí cultiva una vigilia tan necesaria como una convalecencia colectiva: la de todas aquellas personas que cuidan, despiden y traducen sus silencios. "Cerré primero los ojos y después no". Eso. Andrés Neuman