MARIANO EDI RODRIGUEZ GONZALEZ
NIETZSCHE Y LA TRANSVALORACION LA CULTURA
ARENA

Páginas:
Formato: 146 mm x 218 mm
Peso: 0.791 kgs.
ISBN: 9788415757146

¿Quién puede seguir dudando a estas alturas de que precisamente son los árboles que hunden sus raíces más en el fondo de la Tierra aquellos cuyas ramas se elevan en mayor medida a las alturas? Nuestra cultura occidental parece que a muchos de los que no se habrían educado en ella se les antoja sobre todo hipócrita, o sea que les sorprendería la perfección que hemos llegado a alcanzar a la hora de desmentir sistemáticamente con las palabras más dulces las más abyectas acciones. Es la tan peligrosa y siempre actual costumbre de la demonización del adversario la que Nietzsche denuncia y torna imposible desde su pensamiento de la transvaloración. O sea, esa brutal exclusión angelical de toda nuestra parte maldita, exclusión verdaderamente neurótica que, en su ignorancia, ha pasado por alto que no sólo lo más fuerte, sano y bello del hombre sino también lo digno de ser amado en él dependerían en cierto modo de ella. Pero a nosotros se nos ha educado en la chocante noción de que a eso de los diez años, buena educación mediante, un ser humano conocería ya lo esencial del bien y del mal porque entonces habría llegado a la «edad de la razón».

NIETZSCHE Y LA TRANSVALORACION LA CULTURA

$37.888,00
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¿Quién puede seguir dudando a estas alturas de que precisamente son los árboles que hunden sus raíces más en el fondo de la Tierra aquellos cuyas ramas se elevan en mayor medida a las alturas? Nuestra cultura occidental parece que a muchos de los que no se habrían educado en ella se les antoja sobre todo hipócrita, o sea que les sorprendería la perfección que hemos llegado a alcanzar a la hora de desmentir sistemáticamente con las palabras más dulces las más abyectas acciones. Es la tan peligrosa y siempre actual costumbre de la demonización del adversario la que Nietzsche denuncia y torna imposible desde su pensamiento de la transvaloración. O sea, esa brutal exclusión angelical de toda nuestra parte maldita, exclusión verdaderamente neurótica que, en su ignorancia, ha pasado por alto que no sólo lo más fuerte, sano y bello del hombre sino también lo digno de ser amado en él dependerían en cierto modo de ella. Pero a nosotros se nos ha educado en la chocante noción de que a eso de los diez años, buena educación mediante, un ser humano conocería ya lo esencial del bien y del mal porque entonces habría llegado a la «edad de la razón».