César Mazza, Miquel Bassols
Pasajes de escritura
El Espejo ediciones

Páginas: 172
Formato:
Peso: 0.242 kgs.
ISBN: 9786319014808

Un café, una librería, un café-librería también, un banco en una plaza - es una mañana soleada y algunos chicos están jugando-, una biblioteca, la sala plenaria de un Palacio de Congresos, el Hall de un Hotel, una farmacia, la sala de redacción de una revista-los papeles se amontonan en desorden sobre la mesa-, el aula de una Universidad, la sala llena de una Escuela de psicoanálisis-hoy hablan sobre el deseo, el goce y la letra-, un payaso y una bailarina, una calle desierta a las cuatro de la madrugada, otra llena de gente deambulando bajo la lluvia, un funambulista se ha colado ahora entre el payaso y la bailarina, alguien recita un poema de Mallarmé, alguien más lee en voz baja una página de Witold Gombrowicz, otra de Macedonio Fernández... Es un trabajo que quiere seguir de la manera más rigurosa posible la lógica del síntoma en sus extrañas formas de satisfacción. De ahí su potencia para interpretar al sujeto de nuestro tiempo, para seguir «una política del síntoma»>. Germán García hizo de esa «política del síntoma» un modo de vivir, tan singular como incomparable. ¿Supone la política del síntoma, la que orienta estas páginas, una identidad entre psicoanálisis y literatura? En absoluto. Tal como César Mazza nos indica en un momento: «La continuidad entre la vida y la obra, y la obra continuándose en la vida que sobrevive al autor, podría ser la afinidad más intensa entre dos discursos que nada tienen en común, la literatura y el psicoanálisis»>. Afinidad no es identidad. Del mismo modo, ninguna obra es ilustración afín de la vida de un autor que, por eso mismo, no existe como tal, no existe como idéntico a sí mismo. En la experiencia analítica, uno se hace más bien personaje del relato que construye con una palabra dicha a alguien, un analista, que acompaña a ese uno para saber interpretarla. Que el único instrumento para ello sea «la instancia de la letra en el inconsciente»>, como Lacan tituló uno de sus escritos, no hace del analizante un literato, tampoco un autor. Si hay autor, como en un sueño, ese solo puede ser el inconsciente, el discurso del Otro. r El pasaje que hay que hacer para que este recorrido no quede en el solipsismo de uno solo, es también el pasaje de un análisis hasta su término, siempre finito e infinito a la vez. Y es necesario hacerlo saber, hacerlo pasar de lo privado a lo público, transformarlo en un saber que sea legible para los discursos de nuestra época. Miquel Bassols

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Un café, una librería, un café-librería también, un banco en una plaza - es una mañana soleada y algunos chicos están jugando-, una biblioteca, la sala plenaria de un Palacio de Congresos, el Hall de un Hotel, una farmacia, la sala de redacción de una revista-los papeles se amontonan en desorden sobre la mesa-, el aula de una Universidad, la sala llena de una Escuela de psicoanálisis-hoy hablan sobre el deseo, el goce y la letra-, un payaso y una bailarina, una calle desierta a las cuatro de la madrugada, otra llena de gente deambulando bajo la lluvia, un funambulista se ha colado ahora entre el payaso y la bailarina, alguien recita un poema de Mallarmé, alguien más lee en voz baja una página de Witold Gombrowicz, otra de Macedonio Fernández... Es un trabajo que quiere seguir de la manera más rigurosa posible la lógica del síntoma en sus extrañas formas de satisfacción. De ahí su potencia para interpretar al sujeto de nuestro tiempo, para seguir «una política del síntoma»>. Germán García hizo de esa «política del síntoma» un modo de vivir, tan singular como incomparable. ¿Supone la política del síntoma, la que orienta estas páginas, una identidad entre psicoanálisis y literatura? En absoluto. Tal como César Mazza nos indica en un momento: «La continuidad entre la vida y la obra, y la obra continuándose en la vida que sobrevive al autor, podría ser la afinidad más intensa entre dos discursos que nada tienen en común, la literatura y el psicoanálisis»>. Afinidad no es identidad. Del mismo modo, ninguna obra es ilustración afín de la vida de un autor que, por eso mismo, no existe como tal, no existe como idéntico a sí mismo. En la experiencia analítica, uno se hace más bien personaje del relato que construye con una palabra dicha a alguien, un analista, que acompaña a ese uno para saber interpretarla. Que el único instrumento para ello sea «la instancia de la letra en el inconsciente»>, como Lacan tituló uno de sus escritos, no hace del analizante un literato, tampoco un autor. Si hay autor, como en un sueño, ese solo puede ser el inconsciente, el discurso del Otro. r El pasaje que hay que hacer para que este recorrido no quede en el solipsismo de uno solo, es también el pasaje de un análisis hasta su término, siempre finito e infinito a la vez. Y es necesario hacerlo saber, hacerlo pasar de lo privado a lo público, transformarlo en un saber que sea legible para los discursos de nuestra época. Miquel Bassols