ILARIE VORONCA
PEQUEÑO MANUAL DE LA PERFECTA FELICIDAD
HERMIDA

Páginas: 160
Formato: 140x215
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9788412281132

«Decía saber lo que había que hacer para que los corazones rebosasen de amor, de paz, de asombro, de éxtasis. Había además casi acabado de escribir un Manual de la perfecta felicidad…». Así recuerda Eugène Ionesco su último encuentro con Voronca a comienzos de marzo de 1946, poco antes de que éste se quitase la vida en su apartamento de París. A su lado dejaba una carta dirigida al editor que debía publicar su último libro: Petit Manuel du Parfait Bonheur, que permanecería inédito hasta la edición bilingüe de 1973. Fundador junto a Victor Brauner de la explosiva revista 75 HP y de la Pictopoesía, teórico mayor del integralismo y cantor de La Poésie commune, Ilarie Voronca (Brãila, 1903) constituye junto a figuras como Tristan Tzara, Benjamin Fondane o Jacques Hérold una de las piezas clave de la vanguardia artística rumana y europea del siglo XX. Escrito durante los años de la ocupación nazi, entre 1941 y 1944, «este Pequeño manual, que Voronca presenta como un ensayo de libro sobre la felicidad, como un acto de adhesión y de fe en la felicidad del mañana, no es una ficción, sino una prosa eminentemente poética, un texto testamentario, un manifiesto que muy bien podría ser el del integralismo», nos dice Christophe Dauphin en su magnífica monografía sobre el autor. De un prefacio de Tristan Tzara «Leyendo la obra de Voronca, uno puede perderse en conjeturas sobre las razones que le hicieron romper con esta vida que pretendía elevar a la altura de una imagen de alegría y de amor. Sus poemas son el testimonio, cuán genuino, de la esplendente simpatía humana que irradiaba de él. Hemos de creer que esas razones fueron engendradas por la pureza misma de las aspiraciones del poeta. Al término de un dolor oculto, chocaron éstas, como si de la rigidez de un muro se tratara, contra la imposibilidad de contenerlas. Así, era de nuevo a un poeta a quien incumbía realizar la prueba de la incompatibilidad entre el sueño y la vida, tal como ésta está ordenada de cara a mutilar su profundo impulso hacia un futuro armonioso. No hay lección que extraer de un drama individual que en su trayectoria encierra todos sus pormenores, su deslumbrante claridad y su oscuridad ante el razonamiento. Uno puede no obstante afirmar que la desesperación cobró para Voronca las dimensiones de su tan intenso optimismo, desbordando los límites de esa apasionada búsqueda de la verdad que tantos poetas han transformado en regla de vida.» (Tristan Tzara. De su prefacio a la edición póstuma de Ilarie Voronca: Poèmes choisis, 1956)

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$36.864,00
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«Decía saber lo que había que hacer para que los corazones rebosasen de amor, de paz, de asombro, de éxtasis. Había además casi acabado de escribir un Manual de la perfecta felicidad…». Así recuerda Eugène Ionesco su último encuentro con Voronca a comienzos de marzo de 1946, poco antes de que éste se quitase la vida en su apartamento de París. A su lado dejaba una carta dirigida al editor que debía publicar su último libro: Petit Manuel du Parfait Bonheur, que permanecería inédito hasta la edición bilingüe de 1973. Fundador junto a Victor Brauner de la explosiva revista 75 HP y de la Pictopoesía, teórico mayor del integralismo y cantor de La Poésie commune, Ilarie Voronca (Brãila, 1903) constituye junto a figuras como Tristan Tzara, Benjamin Fondane o Jacques Hérold una de las piezas clave de la vanguardia artística rumana y europea del siglo XX. Escrito durante los años de la ocupación nazi, entre 1941 y 1944, «este Pequeño manual, que Voronca presenta como un ensayo de libro sobre la felicidad, como un acto de adhesión y de fe en la felicidad del mañana, no es una ficción, sino una prosa eminentemente poética, un texto testamentario, un manifiesto que muy bien podría ser el del integralismo», nos dice Christophe Dauphin en su magnífica monografía sobre el autor. De un prefacio de Tristan Tzara «Leyendo la obra de Voronca, uno puede perderse en conjeturas sobre las razones que le hicieron romper con esta vida que pretendía elevar a la altura de una imagen de alegría y de amor. Sus poemas son el testimonio, cuán genuino, de la esplendente simpatía humana que irradiaba de él. Hemos de creer que esas razones fueron engendradas por la pureza misma de las aspiraciones del poeta. Al término de un dolor oculto, chocaron éstas, como si de la rigidez de un muro se tratara, contra la imposibilidad de contenerlas. Así, era de nuevo a un poeta a quien incumbía realizar la prueba de la incompatibilidad entre el sueño y la vida, tal como ésta está ordenada de cara a mutilar su profundo impulso hacia un futuro armonioso. No hay lección que extraer de un drama individual que en su trayectoria encierra todos sus pormenores, su deslumbrante claridad y su oscuridad ante el razonamiento. Uno puede no obstante afirmar que la desesperación cobró para Voronca las dimensiones de su tan intenso optimismo, desbordando los límites de esa apasionada búsqueda de la verdad que tantos poetas han transformado en regla de vida.» (Tristan Tzara. De su prefacio a la edición póstuma de Ilarie Voronca: Poèmes choisis, 1956)