Mary Ruefle, Ezequiel Zaidenwerg
Por qué no beso bien
Zindo & Gafuri

Páginas: 15
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789873760761

(extracto de la introducción) Sobre los comienzos En la vida, el número de comienzos es exactamente igual al número de finales: todavía nadie comen/o una vida que no vaya a terminar. En la poesía, el número de comienzos supera en tal medida el número de finales que no podemos siquiera imaginárnoslo. No todos los poemas se terminan: uno se abandona, otro se prende fuego y se lo lleva el viento, lo cual podría ser un final, pero es el final de un poema sin fin. Paul Valéry, el poeta y pensador francés, dijo que ningún poema se termina y que todos los poemas simplemente se abandonan. Estas palabras también se le atribuyen a Stéphane Mallarmé, pero el comienzo de una cita siempre es algo brumoso. Paul Valéry también describió su percepción de los primeros versos de manera tan vivida, y en mi opinión tan precisa, que nunca la olvidé: el primer verso de un poema, dijo, es como encontrar una fruta en el suelo, una fruta caída que nunca habías visto, y la tarea del poeta es crear el árbol del que podría caer una fruta como ésa. En el principio era la Palabra. La civilización occidental descansa sobre estas palabras. Y sin embargo, hay un grupo de pensadores alegres que creen que en el principio era el Acto. Que nada es capaz de preceder a la acción: no hay respiración previa a la acción, ni pensamiento previo a la acción, ni amor omnipresente que sea previo a un acto de algún tipo. Yo creo que el poema es un acto de la mente. Pienso que es más fácil hablar del final de un poema que hablar sobre el comienzo. Porque el poema termina en la página, pero comienza fuera de la página, comienza en la mente. La mente actúa, la mente manifiesta la voluntad de un poema, a menudo contra nuestra voluntad; de alguna manera ocurre, de alguna manera se escribe un poema en medio de una fiesta caótica por algún feriado en donde acaba de acabarse el hielo, y es en tu casa. Un acto de la mente. Instar, hacer ocurrir, manifestar. Por decisión del Congreso. Un estado de verdadera existencia en vez de posibilidad. ¡Y a los poetas les encanta la posibilidad! Les encanta asombrarse y explorar. ¡Qué difícil destino! Pero el poema, sin importar cuán lleno esté de posibilidad, tiene que existir. Tiene que conducirse, comportarse. La forma de actuar de un poema define su carácter individual. Un poema de Glandolyn Blue no suena como un poema de Timothy Sure. Hacer de cuenta, fingir, imitar. Eso también, y siempre, porque la conciencia de sí es su propia pretensión, y lo ha sido desde el comienzo; la mente humana es capaz de un gran teatro elástico. Como lo formuló el poeta Ralph Angel: “El poema es una interpretación de cosas teatrales muy bizarras.” Las cosas teatrales tan bizarras que suceden a nuestro alrededor todos los días de nuestras vidas; un animal de puro instinto, Johnny Ferret, tiene drama en sus acciones, pero no teatro; el teatro exige trazar un círculo alrededor de la acción y observarla desde afuera del círculo; en otras palabras, la conciencia de sí es teatro. Todos saben que si le preguntan a un poeta cómo empiezan sus poemas, la respuesta es siempre la misma: una frase, un verso, un trozo de lenguaje, una imagen, algo que vieron, escucharon, presenciaron o imaginaron. Y la lección es siempre la misma, y los poetas jóvenes reconocen que es una de las lecciones más importantes que pueden aprender: si tenés una idea para escribir un poema, una cuadrícula exacta de intenciones, estás yendo por el camino equivocado, un callejón sin salida, te encontrás frente a un precipicio al que todavía no subiste. Es una lección que sólo puede aprenderse por ensayo y error. Creo que muchos buenos poetas comienzan con ideas, pero si le dicen esto a demasiada gente, o si lo dicen demasiado alto, los van a malinterpretar.

Por qué no beso bien

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(extracto de la introducción) Sobre los comienzos En la vida, el número de comienzos es exactamente igual al número de finales: todavía nadie comen/o una vida que no vaya a terminar. En la poesía, el número de comienzos supera en tal medida el número de finales que no podemos siquiera imaginárnoslo. No todos los poemas se terminan: uno se abandona, otro se prende fuego y se lo lleva el viento, lo cual podría ser un final, pero es el final de un poema sin fin. Paul Valéry, el poeta y pensador francés, dijo que ningún poema se termina y que todos los poemas simplemente se abandonan. Estas palabras también se le atribuyen a Stéphane Mallarmé, pero el comienzo de una cita siempre es algo brumoso. Paul Valéry también describió su percepción de los primeros versos de manera tan vivida, y en mi opinión tan precisa, que nunca la olvidé: el primer verso de un poema, dijo, es como encontrar una fruta en el suelo, una fruta caída que nunca habías visto, y la tarea del poeta es crear el árbol del que podría caer una fruta como ésa. En el principio era la Palabra. La civilización occidental descansa sobre estas palabras. Y sin embargo, hay un grupo de pensadores alegres que creen que en el principio era el Acto. Que nada es capaz de preceder a la acción: no hay respiración previa a la acción, ni pensamiento previo a la acción, ni amor omnipresente que sea previo a un acto de algún tipo. Yo creo que el poema es un acto de la mente. Pienso que es más fácil hablar del final de un poema que hablar sobre el comienzo. Porque el poema termina en la página, pero comienza fuera de la página, comienza en la mente. La mente actúa, la mente manifiesta la voluntad de un poema, a menudo contra nuestra voluntad; de alguna manera ocurre, de alguna manera se escribe un poema en medio de una fiesta caótica por algún feriado en donde acaba de acabarse el hielo, y es en tu casa. Un acto de la mente. Instar, hacer ocurrir, manifestar. Por decisión del Congreso. Un estado de verdadera existencia en vez de posibilidad. ¡Y a los poetas les encanta la posibilidad! Les encanta asombrarse y explorar. ¡Qué difícil destino! Pero el poema, sin importar cuán lleno esté de posibilidad, tiene que existir. Tiene que conducirse, comportarse. La forma de actuar de un poema define su carácter individual. Un poema de Glandolyn Blue no suena como un poema de Timothy Sure. Hacer de cuenta, fingir, imitar. Eso también, y siempre, porque la conciencia de sí es su propia pretensión, y lo ha sido desde el comienzo; la mente humana es capaz de un gran teatro elástico. Como lo formuló el poeta Ralph Angel: “El poema es una interpretación de cosas teatrales muy bizarras.” Las cosas teatrales tan bizarras que suceden a nuestro alrededor todos los días de nuestras vidas; un animal de puro instinto, Johnny Ferret, tiene drama en sus acciones, pero no teatro; el teatro exige trazar un círculo alrededor de la acción y observarla desde afuera del círculo; en otras palabras, la conciencia de sí es teatro. Todos saben que si le preguntan a un poeta cómo empiezan sus poemas, la respuesta es siempre la misma: una frase, un verso, un trozo de lenguaje, una imagen, algo que vieron, escucharon, presenciaron o imaginaron. Y la lección es siempre la misma, y los poetas jóvenes reconocen que es una de las lecciones más importantes que pueden aprender: si tenés una idea para escribir un poema, una cuadrícula exacta de intenciones, estás yendo por el camino equivocado, un callejón sin salida, te encontrás frente a un precipicio al que todavía no subiste. Es una lección que sólo puede aprenderse por ensayo y error. Creo que muchos buenos poetas comienzan con ideas, pero si le dicen esto a demasiada gente, o si lo dicen demasiado alto, los van a malinterpretar.