Flavia Garione
Se oyen gritos de chicas por las noches
Caleta Olivia

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874455673

Un grito no es equivalente a una palabra. El grito es, por el contrario, una especie de lado B de las palabras: mucho más potente, incivilizado y revitalizante. Los gritos suelen marcar límites. Podemos gritar para pedir ayuda o podemos gritar en una discusión de pareja; gritamos al volante un insulto indignado; pero también podemos gritar la letra de una canción en un karaoke o gritar para llamar a una amiga que está lejos. «Gritar», justamente, viene del latín «quiritáre», que significa nada más y nada menos que «invocación». Se oyen gritos de chicas por las noches, de Flavia Garione, podría leerse así: como un llamado generacional parecido al de los Thundercats pero en clave de una escritura punk, fem inista y neobarrocker, es decir, encriptada en sus propias efervescencias y chisporroteos barderos. Aunque acá el «bardo» no debería remitir tanto al descontrol como a la voz: me refiero a los nómades que deambulaban recitando y declamando sus poemas. A la vez hay algo de superpoder inútil en el modo que tiene Flavia de encarar su escritura poética: la pudorosa e inconfesable melancolía de una heroína del amor que se juega su última ficha entre el dolor y la nada. «¿Qué estoy haciendo acá engañando a todos?». Hay algo performático en cada verso, como si el poema tuviera un costado escénico y la voz se cargara de una amplificación actoral melodramática y satírica. Por eso, el gesto de invocación está enlazado con otros, complementarios: la provocación, el agite, el desafío. Hay un llamado al riesgo, a jugársela, un llamado a organizamos entre amigas y amigos, a corto plazo, pensar qué vamos a comer esta noche, cómo nos vamos a vestir para salir, qué música sonará en la lenta fiesta de despedida de una juventud que prometía ser eterna pero no; un llamado, por último, que es también -como en ese hermoso poema de Auden- un llamado a saltar sin mirar. ¿Se la bancan?

Se oyen gritos de chicas por las noches

$8.000,00
Se oyen gritos de chicas por las noches $8.000,00
Compra protegida
Tus datos cuidados durante toda la compra.
Cambios y devoluciones
Si no te gusta, podés cambiarlo por otro o devolverlo.

Flavia Garione
Se oyen gritos de chicas por las noches
Caleta Olivia

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789874455673

Un grito no es equivalente a una palabra. El grito es, por el contrario, una especie de lado B de las palabras: mucho más potente, incivilizado y revitalizante. Los gritos suelen marcar límites. Podemos gritar para pedir ayuda o podemos gritar en una discusión de pareja; gritamos al volante un insulto indignado; pero también podemos gritar la letra de una canción en un karaoke o gritar para llamar a una amiga que está lejos. «Gritar», justamente, viene del latín «quiritáre», que significa nada más y nada menos que «invocación». Se oyen gritos de chicas por las noches, de Flavia Garione, podría leerse así: como un llamado generacional parecido al de los Thundercats pero en clave de una escritura punk, fem inista y neobarrocker, es decir, encriptada en sus propias efervescencias y chisporroteos barderos. Aunque acá el «bardo» no debería remitir tanto al descontrol como a la voz: me refiero a los nómades que deambulaban recitando y declamando sus poemas. A la vez hay algo de superpoder inútil en el modo que tiene Flavia de encarar su escritura poética: la pudorosa e inconfesable melancolía de una heroína del amor que se juega su última ficha entre el dolor y la nada. «¿Qué estoy haciendo acá engañando a todos?». Hay algo performático en cada verso, como si el poema tuviera un costado escénico y la voz se cargara de una amplificación actoral melodramática y satírica. Por eso, el gesto de invocación está enlazado con otros, complementarios: la provocación, el agite, el desafío. Hay un llamado al riesgo, a jugársela, un llamado a organizamos entre amigas y amigos, a corto plazo, pensar qué vamos a comer esta noche, cómo nos vamos a vestir para salir, qué música sonará en la lenta fiesta de despedida de una juventud que prometía ser eterna pero no; un llamado, por último, que es también -como en ese hermoso poema de Auden- un llamado a saltar sin mirar. ¿Se la bancan?