Alejandro Rubió
Sobrantes
Gog & Magog

Páginas:
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 978950-9704-29-9

Cansados de mirar a través de las ramas del paraíso la luna que seca y constante emitía su luz como la antena emite las ondas de Continental que en ese momento narraban al andurrial las noticias de la guerra contra los kurdos nosotros, cortados por la misma tijera en papel crepé, muñequitos que la madre hace para que el niño aprenda, si es posible antes que el padre, el proceso en serie de la virilidad - , con el estómago lleno de humo y los dientes amarillos nos tomamos el 96 hasta Ciudadela. Nos sentamos en la estación a esperar el último tren que debía traer los cajones de uvas verdes para la loba, la zorra, ésa. Como era delgado y frío el aire que rodeaba los monoblocks a la distancia de un disparo de 22, imaginamos montañas donde moles marrones abultaban y sobre ellas guerreros con las mejores pieles, ésas que tienen las especies en extinción. Detrás de una columna un chancho fumaba y el escudo del uniforme se tocaba con los dedos de uñas comidas por mala costumbre y por vicio. Hasta que uno, el más sabio o el más tonto o uno que no se sabía si era o se hacía u otro, en fin, que se las daba de pillo aunque era nabo, pronunció las palabras mágicas y nos adentramos más hacia el este, hacia el río de león que si no llevaba un raviol llevaba un canelón.

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Cansados de mirar a través de las ramas del paraíso la luna que seca y constante emitía su luz como la antena emite las ondas de Continental que en ese momento narraban al andurrial las noticias de la guerra contra los kurdos nosotros, cortados por la misma tijera en papel crepé, muñequitos que la madre hace para que el niño aprenda, si es posible antes que el padre, el proceso en serie de la virilidad - , con el estómago lleno de humo y los dientes amarillos nos tomamos el 96 hasta Ciudadela. Nos sentamos en la estación a esperar el último tren que debía traer los cajones de uvas verdes para la loba, la zorra, ésa. Como era delgado y frío el aire que rodeaba los monoblocks a la distancia de un disparo de 22, imaginamos montañas donde moles marrones abultaban y sobre ellas guerreros con las mejores pieles, ésas que tienen las especies en extinción. Detrás de una columna un chancho fumaba y el escudo del uniforme se tocaba con los dedos de uñas comidas por mala costumbre y por vicio. Hasta que uno, el más sabio o el más tonto o uno que no se sabía si era o se hacía u otro, en fin, que se las daba de pillo aunque era nabo, pronunció las palabras mágicas y nos adentramos más hacia el este, hacia el río de león que si no llevaba un raviol llevaba un canelón.