Reynaldo Jimenez
Locuelas hechizas
De los Bugres editora

Páginas: 348
Formato:
Peso: 0.3 kgs.
ISBN: 9789878887722

Locuelas hechizas, entre tantas, tantísimas cosas, es un largo y vertiginoso viaje. Una gozosa migración hacia lo desconocido, es decir, descubrimiento puro. De ahí que los efectos sean siempre benévolos, curativos, por ser una pieza en estado de creación continua. Cabe aclarar que su lectura, por tramos, progresa en dichosa manía. Una, cuya capacidad de devenir facilita una perpetua educación del ser siempre en movimiento. Un delicioso delirio superior, cuyos estados transitorios no dejan jamás de atravesar umbrales. Su pulso de transformación se abre a cuerpos nuevos, a velocidades desconocidas, teniendo que perforar el relato, deshilachar la narración, impugnar la tradición y, claro, situarse ante la ley. Reynaldo Jiménez, una vez más -tal vez nunca como ahora, con esta pieza clave en su producción- aboga a favor de la libertad de expresión y el derecho a la siempre reveladora innovación. Ser fiel al gesto de liberación (la expresión) y no la apología de certidumbres. Nuestro autor intuye que la participación más viva es la más ambigua. La escritura como huella explorativa, como marca que más que significar señala, hace presente presencias; se hace presente. Lo visible abarcado por lo invisible. En Locuelas hechizas hay un sutil manejo de la técnica del éxtasis. Momentos de innegable acercamiento a lo sagrado. Reynaldo Jiménez acentúa asi, esa dimensión fisica del lenguaje, que deriva, invariablemente, a la misma gran pregunta: ¿dónde empieza el sonido y termina el lenguaje? Reflexión que brota en genotexto (lo prelinguístico que hay en el lenguaje) para revalorar asi el concepto de ritmo como flujo y no la medida (el metro). Ritmo como inductor del trance, y que tiene la consistencia del sueño, siempre apartado de la linealidad de la historia. Cuya verbosidad intersticial, pura apertura, deviene en errancia: modulación de visiones oraculares. Situaciones para una puesta en voz, si se quiere. Un inacabamiento, un perderse en los pliegues de lo posible: ese despedazamiento y recomposición del cuerpo de la lengua y de la lengua como cuerpo de insospechadas conexiones ocultas. Y que exhibe, sílaba por sílaba, las posibilidades del montaje en función al concepto de la durée. Canto devocional, enrarecido y reverberante, y haciendose a toda hora, ya que Locuelas hechizas no termina, contrabandea apariciones (piensa por imágenes, no sostiene ideas), con malentendidos, lagunas, efectos sin causa, entrepercepciones. Las palabras y sus armónicos, las líneas y las entrelíneas, el collage y el desencadenamiento, la intermitencia y el continuo, el fragmento y el organismo, Jiménez dixit. Y como consecuencia de sus encuentros sensoriales desfondados, la extraña convicción de que be glad, for the song has no ending... Augusto Munaro

Locuelas hechizas

$11.900,00
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Locuelas hechizas, entre tantas, tantísimas cosas, es un largo y vertiginoso viaje. Una gozosa migración hacia lo desconocido, es decir, descubrimiento puro. De ahí que los efectos sean siempre benévolos, curativos, por ser una pieza en estado de creación continua. Cabe aclarar que su lectura, por tramos, progresa en dichosa manía. Una, cuya capacidad de devenir facilita una perpetua educación del ser siempre en movimiento. Un delicioso delirio superior, cuyos estados transitorios no dejan jamás de atravesar umbrales. Su pulso de transformación se abre a cuerpos nuevos, a velocidades desconocidas, teniendo que perforar el relato, deshilachar la narración, impugnar la tradición y, claro, situarse ante la ley. Reynaldo Jiménez, una vez más -tal vez nunca como ahora, con esta pieza clave en su producción- aboga a favor de la libertad de expresión y el derecho a la siempre reveladora innovación. Ser fiel al gesto de liberación (la expresión) y no la apología de certidumbres. Nuestro autor intuye que la participación más viva es la más ambigua. La escritura como huella explorativa, como marca que más que significar señala, hace presente presencias; se hace presente. Lo visible abarcado por lo invisible. En Locuelas hechizas hay un sutil manejo de la técnica del éxtasis. Momentos de innegable acercamiento a lo sagrado. Reynaldo Jiménez acentúa asi, esa dimensión fisica del lenguaje, que deriva, invariablemente, a la misma gran pregunta: ¿dónde empieza el sonido y termina el lenguaje? Reflexión que brota en genotexto (lo prelinguístico que hay en el lenguaje) para revalorar asi el concepto de ritmo como flujo y no la medida (el metro). Ritmo como inductor del trance, y que tiene la consistencia del sueño, siempre apartado de la linealidad de la historia. Cuya verbosidad intersticial, pura apertura, deviene en errancia: modulación de visiones oraculares. Situaciones para una puesta en voz, si se quiere. Un inacabamiento, un perderse en los pliegues de lo posible: ese despedazamiento y recomposición del cuerpo de la lengua y de la lengua como cuerpo de insospechadas conexiones ocultas. Y que exhibe, sílaba por sílaba, las posibilidades del montaje en función al concepto de la durée. Canto devocional, enrarecido y reverberante, y haciendose a toda hora, ya que Locuelas hechizas no termina, contrabandea apariciones (piensa por imágenes, no sostiene ideas), con malentendidos, lagunas, efectos sin causa, entrepercepciones. Las palabras y sus armónicos, las líneas y las entrelíneas, el collage y el desencadenamiento, la intermitencia y el continuo, el fragmento y el organismo, Jiménez dixit. Y como consecuencia de sus encuentros sensoriales desfondados, la extraña convicción de que be glad, for the song has no ending... Augusto Munaro