Víctor Hugo Viscarra
La del estribo
3600 editorial

Páginas: 660
Formato:
Peso: 1.138 kgs.
ISBN: 9789997433633

La noche de la que habla Viscarra y que se encuentra en cada una de sus historias, la ciudad que describe y en la que vivió, se alejan completamente de cualquier visión romantizada. Las imágenes que nos presenta a traves de sus relatos (a medio camino entre la crónica y la ficción), son como los términos del COBA, algo ajenos, construi- dos para un fin, para una necesidad y a veces, hasta deformes. Nos muestra como naturales, prácticas y formas de vida que normalmen- te no queremos ver (maleantes" vistos como seres humanos que aman, que sobreviven y que buscan un medio de ganarse la vida pero que no dejan de ser "maleantes"; niños prostituidos y asesina- dos en centros que debieran servir para proporcionarles un futuro provechoso en la sociedad; mujeres forzadas sexualmente sin que el acto se relacione, ni para ellas ni para sus agresores, con la palabra "violación"), que a veces ni el autor quiere ver y nos las muestra de frente, sin endulzarlas ni suavizarlas. Ese es el tono de su escritura, el que se ha buscado mantener: la voz, a veces amena, a veces amarga, que nos lanza a una ciudad brutal, salvaje; hacia una noche que no guarda ningún romanticismo ni poesía, sino frío, miedo y soledad; hacia una muerte sanguinaria que se prolonga en el descuartizamiento y la posterior venta de par- tes para quienes no pueden pagar un funeral. Una voz alejada de las visiones poéticas y místicas que preferimos en textos literarios locales, tal vez porque nos alejan de lo que tememos; una voz similar a la que usaba cuando contaba sus historias (Yo, Casto" es el mejor ejemplo de ello) en frente de sus eventuales acompañantes y que, por un momento lo emocionaban, cuando describía la peculiar belle- za que puede surgir entre el horror, para luego destruiria con un final que nos recuerda que, aunque no queramos verla, esa otra realidad convive con nosotros.

La del estribo

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La noche de la que habla Viscarra y que se encuentra en cada una de sus historias, la ciudad que describe y en la que vivió, se alejan completamente de cualquier visión romantizada. Las imágenes que nos presenta a traves de sus relatos (a medio camino entre la crónica y la ficción), son como los términos del COBA, algo ajenos, construi- dos para un fin, para una necesidad y a veces, hasta deformes. Nos muestra como naturales, prácticas y formas de vida que normalmen- te no queremos ver (maleantes" vistos como seres humanos que aman, que sobreviven y que buscan un medio de ganarse la vida pero que no dejan de ser "maleantes"; niños prostituidos y asesina- dos en centros que debieran servir para proporcionarles un futuro provechoso en la sociedad; mujeres forzadas sexualmente sin que el acto se relacione, ni para ellas ni para sus agresores, con la palabra "violación"), que a veces ni el autor quiere ver y nos las muestra de frente, sin endulzarlas ni suavizarlas. Ese es el tono de su escritura, el que se ha buscado mantener: la voz, a veces amena, a veces amarga, que nos lanza a una ciudad brutal, salvaje; hacia una noche que no guarda ningún romanticismo ni poesía, sino frío, miedo y soledad; hacia una muerte sanguinaria que se prolonga en el descuartizamiento y la posterior venta de par- tes para quienes no pueden pagar un funeral. Una voz alejada de las visiones poéticas y místicas que preferimos en textos literarios locales, tal vez porque nos alejan de lo que tememos; una voz similar a la que usaba cuando contaba sus historias (Yo, Casto" es el mejor ejemplo de ello) en frente de sus eventuales acompañantes y que, por un momento lo emocionaban, cuando describía la peculiar belle- za que puede surgir entre el horror, para luego destruiria con un final que nos recuerda que, aunque no queramos verla, esa otra realidad convive con nosotros.